Los periódicos ecuatorianos, con excepción de El Telégrafo que es oficial, se han dedicado -aparte de otros temas- a publicar dos cosas relacionadas con nuestra política:
Una, a denostar a través de sus editoriales y de sus articulistas de opinión, contra el presidente Correa y la mayor parte de sus colaboradores . Todo les parece mal. Solo encuentran errores y corrupción.
Otra, el Presidente, por su parte, no desperdicia ninguna ocasión y más bien las promueve, para decir barbaridades sobre lo que él llama prensa corrupta ecuatoriana.
¿Qué pretenden las dos tendencias? Se supone que los unos, tumbar al régimen constitucional, pues saben que es imposible cambiar la actitud presidencial. Los otros, instituir una especie de mordaza elástica a la prensa, que permita decir verdades a medias, o silenciarlas.
Los dos campos están totalmente equivocados. Parece un juego de niños malcriados que no cesarán en su desquite hasta que uno de ellos se agote o pida perdón; o que los espectadores -en este caso el pueblo ecuatoriano- obliguen a las partes a comportarse como adultos.