Hermandad

El motivo de mi carta es para manifestar, en primer lugar, toda mi solidaridad con el pueblo ecuatoriano, a raíz de la difícil crisis sanitaria y, por consiguiente, económica que está viviendo Ecuador en estos momentos, una crisis causada por la pandemia de covid-19 y extendida a nivel mundial.

La crisis ha hecho surgir en la población ecuatoriana un sentimiento de rabia e impotencia porque la condición económica del país se ha agravado notablemente y se ha evidenciado más la fragilidad de la estructura económica del Ecuador, basada mayormente en el comercio informal.

Probablemente, los momentos de dificultad agudizan en los seres humanos el instinto de supervivencia, el mismo que puede hacernos percibir como amenaza algo que quizás antes no considerábamos como tal. Y en mi opinión, es eso lo que está haciendo que -en algunos casos- se perciba a las personas no oriundas de nuestro país, sobre todo a la población venezolana, como una amenaza.

Mi intención no es la de crear polémica, sino que me gustaría que recordáramos los motivos por los cuales estas personas se encuentran en Ecuador. En la mayoría de casos, se debe a la marcada dificultad socioeconómica de su país, una condición que muchos ecuatorianos hemos vivido y seguimos viviendo en carne propia, la misma que llevó a millones de ecuatorianos a dejar su patria hace ya más de 20 años. Como migrante desearía que todos intentáramos ponernos en el lugar del otro, así -tal vez- logremos ver con claridad a las personas que tienen ganas de superarse, al igual que nosotros.

Como seres humanos tenemos derecho a buscar oportunidades en cualquier parte del mundo. Lo ideal sería que a las dificultades implícitas no se sumaran otras generadas por los prejuicios.