El objeto de la presente carta es relatar los que sucedió a mis dos hijas, de 12 y 14 años, el viernes 12 de agosto, día feriado por disposición gubernamental. Fueron a una compra en un local de comidas entre las avenidas Eloy Alfaro y República, a las 11:30, cuando súbitamente fueron asaltadas por un sujeto, quien las despojó de sus teléfonos celulares, blandiendo un cuchillo y profiriendo insultos y amenazas si osaban gritar, pedir auxilio o seguirle. Más que el perjuicio económico es el daño psicológico que ocasiona este tipo de ataques a las niñas. La pregunta es: ¿qué está pasando en Quito?, ¿quién puede detener el avance de la inseguridad creciente e indignante? Tal vez el Gobierno, será coincidencia que con el aparecimiento de la cacareada revolución ciudadana se han duplicado los asaltos a personas, casas, establecimientos comerciales, bancos, etc.; me pregunto yo, porque el señor Correa en sus cadenas sabatinas, a más de insultar a sus opositores, a la prensa nacional e internacional, etc., porque no insulta a los ladrones y les amenaza para intentar reducir el índice de asaltos, que ha colocado a Quito como la ciudad más peligrosa del país y una de las más inseguras de América Latina? El señor alcalde Barrera, no sé cómo puede sentarse en el sillón de su despacho, conocer que la cantidad de asaltos en Quito crece día a día y no hacer absolutamente nada para remediarlo; tenga en cuenta, señor Alcalde, que mis hijas no fueron asaltadas en un barrio apartado de la capital cerca de la medianoche, sino en un barrio residencial a las 11:30, no sé pero se me ocurre que en vez de pensar en construir un metro para Quito, que en teoría solucionará el terrible problema del tránsito, primero debería idear un plan para reducir la inseguridad; lo primero, puede esperar, lo segundo nos está asfixiando; y todavía nos bombardea con el burlesco eslogan: “El Quito que queremos”, pero se omite otra parte de la frase: con el alcalde que no queremos.