Humala, nacionalista, ahora diversificado, es el Presidente del Perú. Él, sensible a la realidad de su pueblo y del mundo, asume experiencias positivas de su predecesor el Presidente saliente Alan García y además experiencias ajenas positivas, pertenecientes al gran estadista Lula Da Silva, de quien señala será su espejo, donde mirarse.
Humala ofrece libertades plenas, auténtica democracia, libre comercio y globalización y como denominador común la inclusión social.
Se compromete eliminar persecuciones, represiones y encarcelamientos a los ciudadanos. Es evidente que no quiere caer en la trampa de la perpetuidad, y sostiene permanecer cinco años en el poder. La trampa fue para Fujimori, que acumuló poderes y cumple 25 años de prisión por alevoso a los Derechos Humanos y corrupción.
En Ecuador, el presidente Correa, un genuino Huancavilca, que camina a cinco años de gobierno, lanza sus miradas hacia espejos distantes: los Castros Ruz, los Chávez del Orinoco y a los Ayatolas, cuando tiene tan cerca a nuestro insigne compatriota, el Espejo, Francisco Eugenio de Santa Cruz, un inmenso espejo de varios cuerpos: humanista, periodista, científico, investigador, médico, y por sobre todo esto un emancipador, paradigmático de nuestra Patria. (Contrario a la servidumbre y la esclavitud).
Me atrevo a pensar, que el Señor Presidente, no quiere mirarse en aquel ilustre, porque teme modificar su imagen, desalinear su perfil y oscurecer su realismo.