Dos palabras largas y elásticas. A los que se saben incapaces de producir y generar riqueza, siempre parecerá injustificado que alguien progrese. Conozco algunos de derecha (herederos con mala cabeza), pero la mayoría de izquierda. Es lógico: una teoría social basada en redistribuir, no en producir, tiende a estigmatizar la iniciativa privada como “explotación”.
Casi siempre, los mismos que la critican, defienden a ultranza las canonjías burocráticas: está mal hacerse rico en lo privado, pero si alguien se enriquece tomando ventaja de una situación privilegiada, no necesariamente ilegal (en todo caso inmoral), estando en un cargo público, les parece bien; no se enriquece produciendo, pero sí de otras formas.
Debería despojarse al término “explotación” del tono peyorativo. Muchos desearían ser “explotados” en sentido de aprovechar sus capacidades, y no simples beneficiarios de migajas de una redistribución errática. Aquí, ¿quiénes manejan la justicia, las aduanas, las armas, el petróleo, las minas, los títulos de propiedad, los permisos de operación de todo, etc.? Creo que se debería completar la figura jurídica: “Enriquecimiento privado injustificado de funcionarios públicos”. Así incluirían muchos de los casos de la corrupción que dicen querer combatir.