Ecuador, yo crecí entre el viento de tus páramos y la brisa de tus costas. Así aprendí a amarte y entendí que eras tan pequeño en el mapa porque los diamantes no son grandes.
Patria pequeña donde me puso Dios al nacer, tienes la misma cantidad de encanto que una novia en su matrimonio, manchada con la desdicha de la viuda de un funeral.
Ahora que los campos me parecen tan menos verdes como las noches tan más oscuras, ahora que se ha muerto el último demócrata, ahora que te mata una “revolución”, ahora que entiendo el color sangre en tu bandera, ahora que la lluvia es solo un llanto triste, ahora que los viejos pierden la esperanza, ahora Ecuador dime, o te digo yo cómo se siente cuando poco a poco se muere mi país.