Nuestra sociedad está enferma. El diagnóstico dice indiferencia. La mayor parte del pueblo sin compromiso con el país, ignorante y sin iniciativa. Instituciones superocupadas con tareas y responsabilidades mal ejecutadas o cuestionadas. A pesar de eso nuestros actores políticos prefieren politizar los temas mediante contraposiciones y clientelismo en lugar de realizar las promesas al elector.
Además hay traición al elector por del creciente número de los asambleístas “independientes”. Estos políticos sin espíritu de lucha ni fuerza de convicción, actúan totalmente fuera de su mandato electoral y no representan a nadie.
Democracia representativa solo funciona cuando hay madurez, responsabilidad repartida, información fiable, discusiones políticas ordenadas seguidas por conclusiones claras y realizables. Es obvio que falta todo. Cuando la Asamblea Nacional no cumple su rol, el caudillismo nace forzosamente.