Un segundo y millones de células persiguiendo un breve espacio. Un segundo y el más capacitado se encontrará con otra célula designada para la creación de una nueva. Basta la danza entre un encuentro íntimo y microscópico para dar una nueva vida. Nacer, de por sí, es una decisión ajena al nuevo ser y sin embargo pienso que nacer es una oportunidad para conocer el espacio habitado que compartimos.
El arribo a un mundo desconocido, el apego entre la progenitora, los latidos, el llanto, el frío, el calor… Una cama, un hospital y el cariño de quienes te esperan; todos deberíamos tener la oportunidad de nacer en esas condiciones, sin embargo, para muchos el infortunio empieza desde el comienzo.
Todos, seguramente hemos sido testigos de las condiciones en que viven muchos de los niños gestados y paridos en la mendicidad, son los hijos de alguien y de nadie, son pequeños que si un día se pierdan no saben regresar porque nunca hubo lugar u hogar que los recibiera, son niños que nadie reclama ni buscan. No aparecen en los periódicos, en la TV, en la radio, en las redes, en las estadísticas ni en las comisarías.
Y mientras tanto la población crece, avanza, se cae y se levanta, pero alguien aún llora en silencio a final de la madrugada por no darle a sus pequeños una mejor vida que la que les dieron un día a ellos y sin embargo seguimos pariendo.
¡Parimos niños sin garantías de nada, a ellos le debemos sueños, alegrías e inocencia robada!