Ya va siendo hora de la verdad
“Todo lo que empieza mal, termina mal”. A estas alturas, debe ser difícil estar en los zapatos del presidente, en un país que desciende poco a poco por el tobogán de la incertidumbre, en tanto que paralelamente se escucha un discurso opaco y ambiguo que sugiere que algo se oculta, a la vez que, corre el tiempo que falta para las próximas elecciones. Diariamente, los ecuatorianos de bien tratamos de intuir el alcance de esta incomprensible estrategia, que deja la sensación de vacío y desesperanza, que devela a la vez el resultado de la nefasta componenda con los dos “partidos políticos” más corruptos de la historia del país.
Se observa que el embate de la oposición, de mano de la narcopolítica, arremete incontenible, y va dejando a la saga el propósito gubernamental de combatirla a cabalidad. Ya no nos sorprende, por ejemplo, que las comisiones importantes de la Asamblea, estén integradas por los menos indicados, los más indeseables de la comunidad, cuyo único anhelo es fortalecer la impunidad de sus mentores y/o auspiciantes, quienes, con todo el dinero mal habido guardado en sus secretas faltriqueras, financian el descalabro, a la espera de continuar con sus desafueros.
Las circunstancias que atravesamos evidencian las enormes dificultades que encierra ejercer el mandato presidencial que, al parecer, el presidente Noboa no visualizaba, por lo cual sus actuaciones recorren un camino sinuoso, lo que nos obliga a intuir que su intención de reelegirse ha empezado a declinar, y que, de ser así, estaríamos frente a la urgencia de un reajuste en el tablero electoral. No podemos soslayar la imperativa necesidad de contar con un buen candidato para cerrar el camino a los facinerosos que aguardan -cuáles perros rabiosos- lograr la impunidad y continuar atracando las reservas económicas que todavía quedan en nuestro territorio.
El presidente Noboa, en un acto de generosidad y esfuerzo por sintonizar con los intereses y proyección del futuro del país, debería aceptar que lo intentó y no arriesgarse a continuar en la arena política, que parece no ser su hábitat; así, los ecuatorianos de buena fe -incluida la mayoritaria masa de jóvenes- fortaleceríamos nuestro respaldo a una nueva alternativa, con candidato presidencial de características idóneas, que podría ser el resultado de una coalición de partidos políticos no contaminados por la corrupción, bajo el legado histórico de Fernando Villavicencio y la presencia de ciudadanos comprometidos con el país, como son Henry Cucalón o María Paula Romo, quienes por no provenir de grupos económicos poderosos, garantizan la independencia necesaria para gobernar.
Leonardo Cueva Piedra