Incertidumbre
Finaliza el 2020, año y década por partida doble, y sus efectos han sido de incertidumbre pura. La pandemia tiene al planeta entero acorralado por la inercia y zozobra ante un porvenir poco claro. Para los ecuatorianos, además de un grave problema económico producto de las medidas sanitarias, este año ha sido de inquietud en el tema político.
En el Ejecutivo, la llegada del cuarto personaje en ocupar la Vicepresidencia es apenas una muestra de la fragilidad política con la que ha cruzado el terreno pantanoso de sus tres años en el poder. Que al menos, de aquí hasta mayo del 2021 no llegue un nuevo ocupante del cargo, ya sería bastante para no seguir ahondando en el carácter poco auspicioso de la segunda magistratura en esta administración.
En la Asamblea, la declaración del propio titular de esa Función, que confirmó que al menos 60 legisladores tienen investigaciones en la Fiscalía, exacerbó el ánimo para seguir desconfiando del título de parlamentario, y antes de que fueran destituidos por actos de corrupción, los asambleístas Eliseo Azuero y Daniel Mendoza renunciaron mientras son procesados penalmente.
Y como no puede faltar en cualquier escenario de incertidumbre, el proceso que tiene más tiempos definidos es el que más fallas muestra. ¿O, no es así, señores del Consejo Nacional Electoral? Las elecciones 2021 han tenido una serie de desencuentros que solo hacen que esa teoría de que las leyes de Murphy, que pregonan que si algo tiene que salir mal, saldrá peor, pues sea un espacio de reafirmación, un experimento de laboratorio para confirmar la teoría más especulativa.
Un reportaje de este Diario, publicado el 10 de diciembre, resume la problemática: “CNE y TCE aplican el Código de la Democracia con criterios diferentes”. De Ripley. A 39 días de las votaciones, la poca prolijidad democrática de la Función Electoral ha hecho que terminemos el año y sigamos sin tener clara la cantidad de candidatos que participarán.
¡Que se acabe este 2020!