En una visión panorámica y general, la Asamblea decidió mantener una legislación que desde 1938 penaliza el aborto. No permitió una reforma hiciera posible que una mujer que hubiese sido violada y esté embarazada no pueda decidir abortar sin enfrentar la cárcel.
Esa votación se enmarca primero en cálculos políticos, y luego en la prevalencia de preceptos morales antes que consideraciones de salud pública. Esta columna no pretende atizar el fuego sobre el segundo componente de esa votación, sino visualizar cómo esa estrategia política puede tener un insospechado efecto bumerán.
Está muy claro que la sociedad ecuatoriana actual está en un proceso de transformación intenso y que hay una ruptura generacional marcada. Los procesos de reivindicación no son los mismos, y los antiguos liderazgos como el sindicalismo y los movimientos sociales van cediendo paso a las nuevas sensibilidades… que son difíciles de ser entendidas en el orden actual.
Estas nuevas sensibilidades se enmarcan en causas y filiaciones que son transversales a las ideologías políticas tradicionales de derecha e izquierda. Por una parte están los jóvenes y sus causas por el planeta, por los animales. Por otra parte están las mujeres con el feminismo, con la reivindicación de sus cuerpos y con la conciencia y la potenciación del valor de su palabra. Y es precisamente a este colectivo, que atraviesa ideologías políticas, a quienes los asambleístas hundieron una vez en el status quo de las leyes que han sido dictadas por hombres y que las mujeres deben obedecer.
Así, si los asambleístas que votaron de esa forma vieron una manera de asegurarse una oportunidad en las elecciones del 2021 (presidenciales y legislativas), pues debieron pensarlo mejor. Las nuevas sensibilidades, al ser nuevas, son complicadas de leer para las generaciones que vienen de atrás (que, paradójicamente, tienen el poder) y esa incapacidad de leer el panorama actual va a ser determinante en su afán de seguir detentando el poder.