El Gobierno Nacional del Ecuador ha rechazado con singular energía, en términos que merecen cuidadoso análisis, las declaraciones de los presidentes de Bolivia y Venezuela sobre la orden de prisión preventiva dictada en contra el ex presidente Rafael Correa por una Juez de la Corte Nacional de Justicia.
Me referí en una reciente columna a las amenazas que se ciernen en diversas partes del mundo contemporáneo sobre el pensamiento liberal, nacido, hace pocos siglos, por un lado con el jesuita Juan de Mariana y el dominico Francisco de Vittoria en España y, por otro, con John Locke y Adam Smith en Gran Bretaña, y fuente de algunas de las más constructivas fuerzas sociales y económicas jamás conocidas por la humanidad.
¿Por qué resultó hasta fácil la elección de la Señora Canciller a la Presidencia de la Asamblea General de la ONU? Al parecer realizó una excelente campaña electoral, pero por bien concebida, financiada y ejecutada que sea una campaña electoral, si los electores no están buscando lo que una candidata representa, no es elegida. ¿Qué es lo que la Señora Canciller ofrecía, que resultó tan atractivo para tantos países del mundo?
Acabamos de celebrar el Día de la Madre, ocasión propicia para algunas reflexiones sobre la maternidad y la familia. El pensador inglés G.K.
Tenía previsto referirme a otros temas, pero poco antes de sentarme a escribir, oí las palabras en el título de este artículo, y la indignación que me causó oírlas cambió el rumbo de mis ideas.
jzalles@elcomercio.org Uno la mía a las múltiples voces de dolor e indignación por el vil asesinato de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, y expreso mi profundo pesar a sus seres queridos y amigos, y a todos quienes, como yo, están vinculados a esta noble casa que es EL COMERCIO. No les conocí, pero, como millones de nosotros, me identifico con ellos y con sus familiares.
En nuestras vidas se dan conflictos continuamente. Salvo el ocasional ermitaño, que se niega al contacto con otros seres humanos, el conflicto, no entendido como pelea sino simplemente como aquella situación en la que la satisfacción de una de las partes interfiere con la satisfacción de la otra, es una ocurrencia cotidiana entre las personas.
Vladimir Putin, sagaz continuador de los regímenes autoritarios rusos, fue reelegido con el masivo apoyo de un pueblo a la mayoría del cual no parece preocupar el irrespeto por los derechos humanos y ciudadanos y por la ley, satisfecho al parecer con que se le brinde seguridad y ese terrible sentido, que algunos pueblos han aprendido a necesitar, de su propia grandeza y su enorme poder.
Aires pestilentes emanan del cuerpo político ecuatoriano y, fieles a antiguas costumbres, muchos se consumen en tratar de conocer y comprender las diversas incidencias del sainete, por desagradable que resulte la constatación de tanta miseria humana, seguros de que lo más esencial en una sociedad es el juego del poder, la intriga palaciega, el ascenso de una u otra facción.
Cicerón bautizó como Artes Liberales -Ars liberalis o “las artes que liberan”- al sistema educativo que había formulado en Atenas, casi 500 años antes, un grupo extraordinario de pensadores incluidos Platón, Aristóteles y Pitágoras. Según el historiador de la educación griega Werner Yaeger, lo que libera esta entonces nueva forma de educar son “las dotes que dormitan en el alma”. En consciente oposición al aburrido y desestimulante proceso de obligar al estudiante a memorizar y repetir, las Artes Liberales tienen como enfoque central el método socrático, que consiste en plantear preguntas e inquietudes y pedir al estudiante que vaya desarrollando, a través de la lectura, la reflexión, el diálogo con otros, la capacidad y voluntad de formular sus propias respuestas.
En la semana anterior se dieron dos eventos importantes para nuestra sociedad: el lanzamiento del extraordinario libro “Corrupción en la década encubierta” publicado por la Comisión Nacional Anticorrupción, y el referéndum y la consulta popular del Domingo 4.
Hay quienes son sus propios peores enemigos: interfieren, cometiendo torpezas, con la satisfacción de sus mayores anhelos, antagonizan a quienes quieren tener cerca o de su lado, empeoran situaciones que tratan de mejorar. Sin darse cuenta de que son ellos los culpables de sus infortunios y sus decepciones, se pasan la vida culpando a otros, a quienes acusan de incapaces, insensibles, envidiosos, perversos, malintencionados y traidores, y a quienes ven como, acusan de ser, y finalmente convierten en, enemigos. Detrás de esos comportamientos auto-destructivos, de los cuales el Ecuador está viendo un triste ejemplo en el ex presidente Correa, está una marcada inhabilidad para ver y entender la realidad y, al contrario, una notable tendencia a distorsionarla y a pretender que lo que es, no es, y que lo que no es, es.
El jueves 21 de diciembre se llevó a cabo el juicio político al Presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski que buscaba la “vacancia” o destitución, y aunque ésta parecía inminente, faltaron 8 votos. Se abstuvieron 10 disidentes del principal partido de oposición liderados por Kenji, el menor de los Fujimori, quien la noche antes del juicio había anunciado su intención de abstenerse diciendo, con la aparente madurez de un estadista serio, “Me pregunto si la declaración de vacancia contribuirá a la gobernabilidad. Esto proyectaría un periodo de turbulencia política con efectos negativos al desarrollo económico, en perjuicio de la población”.
John Kenneth Galbraith, profesor en Harvard hace varias décadas, afirmó que “solo hombres de gran vanidad escribimos.” Me pregunto si Galbraith tenía razón, si al ejercer el privilegio que comparto con otros columnistas y amigos de hacer conocer ideas a través de espacios como éste, o de dictar cátedra universitaria, hacemos algún bien, o solo satisfacemos nuestras vanidades.
Acaba de ser anunciada, hace pocos días, la condena a cadena perpetua de Ratko Mladic, ex General del Ejército serbobosnio durante el conflicto en los Balcanes, quien entre 1992 y 1995 fue responsable de múltiples atrocidades incluido el genocidio de Srebrenica. La sentencia provino del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de 1993, que disponía juzgar las graves violaciones del derecho internacional humanitario en dicho conflicto desde 1991.
La sociedad ecuatoriana ha estado convulsionada por recientes revelaciones de la magnitud del espantoso problema de abusos sexuales de niños y niñas por parte de profesores en escuelas, que llevó incluso a que se plantee la necesidad de sancionar por negligencia al ex Ministro de Educación.
España está ante el riesgo de una nueva confrontación tal vez tan violenta como la Guerra Civil. La declaración de independencia por la Generalitat de Cataluña y la respuesta del Senado y el Gobierno españoles han colocado a ambos bandos en un camino que puede llevar a que quieran medir fuerzas, y a que tanques de guerra españoles recorran las calles de Barcelona.
En el Ecuador estamos viviendo dos ejemplos de aferramiento a dogmatismos, no importa qué diga la razón.
En una entrevista publicada hace unos días en EL COMERCIO, el jurista peruano y respetado experto internacional doctor Luis Pásara declaró, en relación con la reforma del sistema judicial que se dio en el Ecuador durante el régimen del Presidente Correa, que “la sociedad civil ha sido y es todavía bastante débil. El tema de la justicia no se comprende suficientemente bien entre la gente. No es un aspecto civil importante; los ciudadanos sienten malestar por el estado de la justicia, pero no perciben que debe ser resuelto como una prioridad en la agenda pública.” Esta declaración me lleva a un comentario, y a dos preguntas.
Es bastante frecuente oír a personajes llamar a la juventud a que deje de ser indiferente ante problemas sociales, y se involucre en la política. Y en las aulas me encuentro con cierta regularidad con jóvenes que, al no sufrir de esa indiferencia, están interesados en entrar en la política.