Cicerón bautizó como Artes Liberales -Ars liberalis o “las artes que liberan”- al sistema educativo que había formulado en Atenas, casi 500 años antes, un grupo extraordinario de pensadores incluidos Platón, Aristóteles y Pitágoras. Según el historiador de la educación griega Werner Yaeger, lo que libera esta entonces nueva forma de educar son “las dotes que dormitan en el alma”. En consciente oposición al aburrido y desestimulante proceso de obligar al estudiante a memorizar y repetir, las Artes Liberales tienen como enfoque central el método socrático, que consiste en plantear preguntas e inquietudes y pedir al estudiante que vaya desarrollando, a través de la lectura, la reflexión, el diálogo con otros, la capacidad y voluntad de formular sus propias respuestas.
Acabamos de pasar unos días celebrando las Artes Liberales en la Universidad San Francisco de Quito, en ocasión de la visita que nos hizo el brillante intelectual español oriundo de las Islas Canarias, convencido liberal, insigne catedrático, y ahora Rector de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, doctor Gabriel Calzada, quien es también el fundador del Instituto Juan de Mariana, con sede en Madrid, que desde 2005 busca “dar a conocer al gran público español, europeo y latinoamericano los beneficios que para los intereses generales proporcionan la propiedad privada, la libre iniciativa empresarial y la limitación del ámbito de actuación de los poderes públicos”.
Calzada dictó la Conferencia Magistral en nuestra graduación, el sábado 17, y otra conferencia académica el día anterior. Compartió con nosotros un análisis de los inicios del pensamiento liberal, no, como mucho se dice, en Europa del Norte a fines del siglo XVII y principios del XVIII, sino en España, en el siglo XVI, en las obras de, entre otros, el jesuita Juan de Mariana y el dominico Francisco de Vittoria. Y colocó estas eruditas reflexiones en su contexto esencial, que es que nada de aquello habría podido darse si no hubiese habido libertad de pensamiento y respeto por el derecho de cada ser humano a formular sus propias conclusiones y creencias, sin ser avasallado ni castigado por lo que llegase a pensar, por mucho que sus pensamientos discrepen de las ortodoxias del momento.
Las Artes Liberales persiguen, precisamente, formar personas capaces de ejercer esa libertad: capaces porque, según la clásica distinción planteada por Erich Fromm, son libres de imposiciones externas, y también porque son libres de los impedimentos internos –miedos, inseguridades, la necesidad sicológica de conformarse y de someterse– que han tornado y tornan aún hoy a nuestros pueblos en presa fácil de los demagogos.
Celebramos haber tenido entre nosotros a Gabriel Calzada, digno vocero de las nobles tradiciones liberales.