Comento, y luego conecto, dos escritos que leí últimamente: el primero, “IESS, el tío rico” del Dr. Carlos Mosquera Benalcázar, fechado el 24 de julio de 2020 y recibido sin referencia a dónde fue publicado originalmente, defecto de las redes sociales que debemos eliminar; el otro, “Morurco, el centinela del coloso” publicado por el Sr. Patricio Castro en la revista “Cordillera” de junio de 2007.
En el primero, el Dr. Mosquera hace un ameno e inspirador relato de algunos momentos de su vida de joven e idealista médico en Quito en la década de los 70, luego del cual comenta que aquella fue una época “de la nobleza y buenas artes” que “no volverá jamás”. Esto último es lo que deseo comentar: con todo respeto por el Dr. Mosquera, a quien no tengo el gusto de conocer, pienso que épocas de nobleza y buenas artes pueden volver y, más aún, creo que volverán.
¿Cómo y cuándo? Ahí conecto con el inspirado artículo del Sr. Castro, a quien tampoco tengo el gusto de conocer, acerca del Morurco, que describe como “esta bella montaña, muy poco visitada y que en algunos casos no consta ni en los mapas”. Escribe luego: “Pensar que hay muchas personas que consideran a nuestro deporte algo inútil, ya que no representa una competencia contra nadie, ellos que seguro no han contemplado los paisajes únicos que Dios pinta para nosotros en las montañas”.
La conexión entre ellos se da porque creo que volverán las épocas de nobleza y buenas artes a medida que más y más de nosotros logremos la apertura mental y espiritual que nos permita dejar de juzgar si el deporte que agrada a otros es “algo inútil”, o la preferencia sexual de otros es “inmoral”, o la música que les gusta a otros es “horrible” o la creencia ideológica de otros es “estúpida”, o la no contemplación de paisajes es “insensibe”.
No he sido ni soy montañista, la idea de serlo no me atrae, nunca me ha parecido bello el Morurco, que siempre he visto como nada más que una masa grande de rocas frente al flanco sur del Cotopaxi. Pero el Señor Castro pudo admirar ahí “uno de los más hermosos regalos que la naturaleza nos daba … la austera belleza de las flores del páramo que contrastaba con el intenso azul del cielo y la blanca pureza de la nieve, todo en un perfecto equilibrio que transmitía paz a nuestros espíritus”. Ese es su deleite. No por no ser el mío es menos importante, menos válido, menos profundo, menos admirable.
Y no estoy diciendo que solo “tolero” su preferencia. La tolerancia no deja de ser una expresión de pretendida superioridad: “tolerar” se asemeja a “aguantar”. No. Celebro que al Sr. Castro le haga vibrar el alma algo que no hace vibrar tanto ni la mía ni las de otros. Celebro las diferencias. Cuando un suficiente número de nosotros las celebre, estarán volviendo las épocas de nobleza y buenas artes.