Tenía previsto referirme a otros temas, pero poco antes de sentarme a escribir, oí las palabras en el título de este artículo, y la indignación que me causó oírlas cambió el rumbo de mis ideas.
Quien me las dijo fue un señor que había estacionado su vehículo en un espacio para minusválidos en uno de los centros comerciales de la ciudad. Cuando le señalé que ni él ni la señora que acababa de bajar del vehículo son minusválidos, pues ambos caminaban sin ninguna dificultad, la respuesta fue “Tengo 72 años! Tengo derecho!”
No, Señor, no tiene Usted derecho. Lo que tiene es la arrogancia, muy típica en nuestra sociedad, de pretender que se le conceda un privilegio indebido, de creerse superior a los demás y a las normas de la convivencia civilizada y, en consecuencia, de actuar con prepotencia y falta de respeto.
Tampoco tiene derecho la Señora Canciller de la República a expresar, a nombre del Ecuador (es decir, de toda nuestra sociedad), apoyo a los regímenes políticos abusivos y corruptos de Venezuela y Nicaragua que están pisoteando vilmente los derechos y las libertades de sus ciudadanos, y a los cuales la mayoría de nosotros más bien repudia.
Tampoco tiene derecho ese esbirro narco-guerrillero apodado “Guacho” a haber secuestrado y asesinado a tres buenos hombres en labor periodística, ni a cuatro miembros de las FF.AA., ni tiene derecho a haber secuestrado y causado la desaparición de esa joven pareja, hombre y mujer que resultan ser los arquetípicos ejemplos de la víctima inocente.
Ni tienen derecho el ex Vicepresidente de la República y sus seguidores a comparar, con el mensaje de “Nos Falta Uno”, la condición de un condenado por corrupto a la de esos tres buenos hombres, muertos a causa de la más pura maldad, y a quienes sus seres queridos no pueden ni siquiera sepultar.
Ni tenía derecho el ex Presidente Correa a insultar a mansalva, ofender, burlarse, perseguir, enjuiciar, para luego quejarse porque alguien se atreviese a cuestionarle, sin siquiera insultarle.
Ni tienen derechos sobre la inocencia de sus jóvenes estudiantes aquellos infames profesores que abusan de ellas y les violan, ni derecho a solaparles y protegerles las autoridades educativas, cuya obligación es más bien proteger a las víctimas.
No, Señor! Ni Usted, ni esas otras personas tienen derecho a lo que pretendían o pretenden. El derecho no nace de la apropiación indebida de privilegios. El derecho no existe porque alguien comete un atropello y luego reclama como “derecho” lo que sea que obtuvo atropellando.
A lo que todos tenemos derecho es a que se nos respete, e incluso a exigir ese respeto. Y el ejercicio de nuestros derechos conlleva, como parece que muchos olvidan, la obligación de respetar los derechos de los demás.