Cantinflas triunfó en la Plaza Quito, en 1964

El periodista Jorge Ribadeneira Araujo. Foto: EL COMERCIO

Quito y su historia. Jorge Ribadeneira. Periodista.
La Plaza Quito se llenó hasta los bordes ese domingo 10 de mayo de 1964 y la afición vivió una fiesta, aplaudiendo al personaje que –vestido como un ‘chulla mexicano’, según dijo alguien- se batió con dos toretes de Pedregal Tambo.
El ‘torero’ era nada menos que Cantinflas, el gran artista del humor latinoamericano y uno de los mayores del cine mundial.
La plaza se estremeció durante el paseíllo. Los aficionados vivieron una emoción diferente mirando de cerca a quien tanto habían admirado en la pantalla. Ese domingo aparecía como un as taurino sui géneris, dispuesto a cantinflear en el ruedo.
Los aplausos y las risas nunca cesaron. El astro del cine se manejaba muy bien en la arena. No era, por cierto, un toreo más. Ante la vista funcionaba un artista, el que apareció ya en la película ‘Ni sangre ni arena’, capaz de mandarse más de un par de buenos pases, pero también de tocar -con cara de susto- los cuernos del bicho o de tomarle del rabo. De cualquier cosa.
Es que Cantinflas pensó alguna vez ser torero. Nacido en México, el 12 de agosto de 1911, el joven hijo de un humilde cartero buscó trabajo. Luego de unos modestos ensayos se fue descubriendo en un circo, haciendo de todo y mereciendo los primeros elogios cuando acudió al humor. Una de sus indiscutibles habilidades fue el toreo burlón, pero más pudo el cine.
Eso, luego de que en 1940 conquistó sus primeros lauros con la película ‘Ahí está el detalle’. En ‘Ni sangre ni arena’, ya fue una gran figura. Con el paso del tiempo se hizo rico y decidió comprar una ganadería.
En Quito, el empresario Manolo Cadena fue un hombre dichoso cuando llegó Cantinflas en persona y más cuando se agotaron los boletos. Y todavía más cuando la jornada cantinflesca fue un gran suceso de la ciudad.
Junto a Cantinflas actuaron dos toreros muy serios, el mexicano Víctor Pástor y el español Tano. El primero de ellos cortó una oreja y agradó mucho al público. Pero ellos fueron, realmente, los rellenos.
Cantinflas estaba en los 53 años y era ya un ídolo iberoamericano. Llevaba 40 películas, dos de ellas producidas en los Estados Unidos. Pero Hollywood no fue su ambiente, aunque su ‘Vuelta al mundo en 80 días’ ganó más de un premio. Los países de habla hispana apreciaron su verbo cantinflesco: hablar mucho y no decir nada.
Durante su paso por Quito no faltó la presencia de sus admiradores y sus imitadores. Uno de ellos gozó de manera especial. Fue el ‘Cantinflas ecuatoriano’, como le llamaban en Quito. Era el moreno César Arboleda, quien vivió varios años en el Pasaje Miranda (calle Galápagos) y más de una vez imitó a su ídolo, toreando en la Plaza Arenas.
Arboleda fue el hombre más feliz cuando entregó un ramo de flores al verdadero Cantinflas y recibió un abrazo de Mario Moreno Reyes en persona. El ‘Cantinflas’ criollo fue criado por la familia Cepeda, una de las cuales fue esposa del destacado periodista Juan Paz y Miño.
Cantinflas se fue muy contento de Quito y en 1970 volvió al Ecuador, pero esta vez a Vilcabamba, provincia de Loja, para un tratamiento médico. “Amo al Ecuador con todo mi corazón”, dijo al despedirse. Murió en 1993, víctima del cáncer.