El perfil del consumidor de alcohol en Esmeraldas no es tan distinto al del resto del Ecuador: desde adolescentes hasta adultos mayores, que beben por diversión o en encuentros sociales, lo hacen con más frecuencia los fines de semana y tienen una mayor inclinación por la cerveza en zonas urbanas y por los licores artesanales en zonas rurales.
“Ni siquiera la ola de violencia que experimentamos ha frenado ese comportamiento”, dice Edwin Arroyo, presidente del Colegio Provincial de Médicos. Esmeraldas suma 18 de las 32 defunciones por la reciente intoxicación con alcohol adulterado, que comenzó en un velorio en Santo Domingo.
El Ministerio de Salud Pública (MSP) identificó hasta hace una semana 104 afectados. Es más del 50% de los 197 reportes de intoxicaciones por metanol que acumula el Ecuador desde 2017. Luego de la tragedia más reciente fueron decomisados 50 000 litros de alcohol ilegal, que eran expendidos en camionetas que recorrían barrios de Esmeraldas y Santo Domingo.
“Hay que ir más allá de la búsqueda de casos cuando surgen estas emergencias; se necesita vigilancia continua para detectar los sitios clandestinos de producción de alcohol en todo el país -sugiere Arroyo-. Esa es una debilidad y la otra es la prevención del consumo de alcohol. No basta con poner un anuncio; la política pública tiene que ser amplia y dirigida”.
Ecuador cuenta con el Comité Interinstitucional de Prevención del Fenómeno Socioeconómico de las Drogas. Uno de sus objetivos es evitar, retrasar y reducir los factores que predisponen al uso y consumo problemático de alcohol y otras drogas entre la población.
Cifras
La falta de cifras actualizadas frena las metas. Rodrigo Vélez, director de Parametría Consultores y exsecretario del Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, explica que el diseño de políticas públicas debe responder a las realidades de los territorios.
La última radiografía se hizo en 2016. En este estudio, como en anteriores, se identifica al alcohol como la puerta de acceso a otras drogas y su consumo suele empezar tempranamente, a los 10 años de edad. El fenómeno está asociado a factores sociales, económicos y culturales, que en las zonas rurales son más marcados.
“Siempre ha existido un alto consumo de alcohol en la ruralidad -dice Vélez-. Es un aspecto al que no se le ha dado importancia porque es una droga socialmente aceptada pese a que afecta mucho más, no solo al consumidor, sino a su familia y a la sociedad”.
Efecto pandemia
El impacto se incrementó con la pandemia. La sicóloga Sara Torres explica que las dificultades económicas y la ansiedad tras el dilatado confinamiento, sin duda, elevaron el consumo. “La Organización Mundial de la Salud ubicaba a Ecuador en el segundo lugar de mayor consumo de bebidas alcohólicas en América Latina. Según ese informe, cada habitante ingiere 9,4 litros de alcohol al año”.
Las estrategias regionales para contrarrestar este efecto tampoco han sido efectivas. El 97% de los países de las Américas aún no acoge políticas relacionadas a las restricciones del marketing. Y apenas el 6% aplica tratamientos para la dependencia del alcohol.
Para Torres, la prevención debe ser urgente y apuntar a los adolescentes. “A esa edad el cerebro está madurando y el alcohol causa deterioro. Al no intervenir tempranamente, cuando esa persona llegue a los 40 años no será útil porque sufrirá enfermedades crónicas y cognitivas que pueden ser severas”. La carga social se eleva.
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