Cabe recordar que fue el Gral. Rodríguez Lara quien en 1979, en su condición de Jefe de Estado, instauro el Premio Eugenio Espejo como un reconocimiento nacional a quienes se hubieran destacado en el campo de las artes, las letras y las ciencias. En el vasto espacio de la cultura, digamos.
En cuanto a ciencias bien cabía que se les incluya a quienes habían ejercido la docencia o una profesión en grado de excelencia, o que hubieran orientado sus empeños al desarrollo científico y tecnológico de nuestro país. Por obvias razones, aquel premio para nuestros investigadores científicos, es decir para aquellos que hubieran realizado investigaciones sistemáticas, cuyos resultados fueron contribuciones al conocimiento, tanto en el campo teórico como en el de las aplicaciones, como aquellas que solucionan graves problemas de la salud pública.
Ni que decir tiene que son pocos los investigadores científicos con los que ha contado y cuenta nuestro país. Tan es así que no pasan de cuatro los científicos nacionales cuyas investigaciones han sido consideradas de impacto por la comunidad científica internacional. Realizar investigaciones sistemáticas supone que hayan confluido condiciones insoslayables. Que el investigador principal domine el tema y su preparación le permita utilizar tecnologías de punta. Que la institución en la que se realizará la investigación garantice su apoyo permanente y al menos una parte de los recursos incluidos los salarios. Que aparte del soporte de su institución, el investigador responsable haya cubierto las necesidades (adquisición de equipos, etc.) de otras fuentes tanto locales como del exterior; es decir, haber logrado una beca de investigación, un ‘grant’, en dura competencia con investigadores extranjeros, una vez que hasta hace poco no contábamos con fondos nacionales para tal propósito. En todo el mundo un investigador científico a lo que aspira es a llevar una vida digna, austera, y a nada más. Llena de satisfacciones, desde luego. Sus días más felices cuando le informaron que le habían aprobado un ‘grant’, una comunicación había sido aceptada para ser presentada en un congreso internacional, un ‘paper’ sería publicado en una revista científica de prestigio. Tratándose de un investigador ecuatoriano lo que tiene mayor significado que en sus clases señale que lo que viene a continuación es resultado de nuestras propias investigaciones. Sentirá que el corazón de sus alumnos late con fuerza.
Cuanto antecede le corresponde plenamente a Eugenia María Del Pino, catedrática e investigadora científica que este año ha recibido el Premio Nacional Eugenio Espejo en Ciencias. La distinción también le llega a la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador que ha sido el piso y el techo de la Dra. Del Pino.