En noviembre fue un momento decisivo para el planeta, varios países se reunieron en Glasgow (Reino Unido), en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Después de un maratón de dos años y dos semanas de negociaciones, alcanzamos nuestro objetivo y casi 200 países firmaron el Pacto Climático de Glasgow. Este es un acuerdo histórico del que cada una de las 197 partes puede estar orgullosa. Podemos decir que mantuvimos la meta de limitar el calentamiento global a 1.5°C por encima de los niveles pre-industriales a nuestro alcance.
Glasgow recibió a representantes de 194 países, a 120 líderes mundiales y a 38,000 delegados acreditados. Hacia el exterior, las negociaciones pudieron parecer muy tecnocráticas; sin embargo, había mucho más en juego.
Las reuniones se centraron en proteger la vida y el sustento de aquellos que se encuentran en la primera línea de la crisis climática. En resguardar a las futuras generaciones, que estarían condenadas a vivir en un mundo peligroso, empobrecido y lleno de incertidumbre si fallamos. Como mencionó la Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley, durante la COP26 respecto a los pequeños estados insulares, “1.5 es lo que necesitamos para sobrevivir. Dos grados es una sentencia de muerte”.
La ciencia nos dice que el planeta ya se encuentra en promedio 1.1°C más caliente que en los tiempos pre-industriales y ahora podemos ver estos agudos efectos sobre millones de personas. El clima extremo continúa aumentando a lo largo del mundo y el cambio climático no reconoce fronteras nacionales.
La cooperación global que hemos visto en este proceso de la COP debe darnos esperanza. Ha habido algunos desacuerdos, pero en un mundo con fracturas políticas globales, los países han mostrado unidad alrededor del clima. La confianza entre países creció junto con la determinación de alcanzar acuerdos. Impulsado por la ciencia, el Pacto Climático de Glasgow reconoce la brecha entre los acuerdos de los países para la reducción de emisiones, y donde ya deberíamos estar. También enfatiza la urgente necesidad de acciones rápidas y compromete a los países a reconsiderar y fortalecer la reducción de sus emisiones para 2030 durante el 2022.
Por primera vez, el Pacto compromete a los países a alejarse de la energía de carbón y de las ineficientes subvenciones a los combustibles fósiles. Después de seis años de discusiones, este Pacto lleva a término los elementos que estaban pendientes en la convención de París (firmada en 2015) y cuya resolución desatará todo el potencial que vislumbramos entonces.
El Pacto también avanza en la financiación de la acción climática, en la adaptación, para proteger a las personas y la naturaleza de los efectos del cambio climático, además de las pérdidas y el daño que resulta de la crisis climática. Todos estos asuntos vitales para pelear contra el cambio climático.
(*) Presidente de COP26