El Gobierno ha hecho de la real politik un arte para convertir a la versión oficial en la única verdad. Cuando cuestionan al Canciller por el escándalo de la narcovalija, él dice que no lo llamen así, en vez de facilitar las investigaciones de tan bochornoso delito con el correo diplomático. Cuando se dan despidos intempestivos del sector público, el Ministerio de Relaciones Laborales expresa que no lo llamen así, sino renuncias voluntarias.
Cuando se organizan contramarchas para acosar a los movimientos populares independientes, la Secretaria de los Pueblos dice que no lo llamen así, sino vigilia por la democracia… Por lo visto, con el arte de la realpolitik neoliteral, en la que el Gobierno es experto, ya no importan los hechos en sí, sino el que debamos llamarlos únicamente con los nombres oficiales al pie de la letra.