Un nuevo golpe a la democracia asesta el gobierno de Daniel Ortega cerrando el camino a los opositores y encarcelando a varios de sus líderes.
Nicaragua va a elecciones en el mes de noviembre, donde el Presidente pretende una vez más participar y quiere ganar a toda costa.
Para allanar su paso victorioso, el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional ha empezado una feroz persecución a cuanto líder político opositor aparece en la contienda. Así, han ido a prisión varios de los destacados dirigentes; los acusan de intervención extranjera. Con la cárcel o la prisión domiciliaria, pretende Ortega quedar sin contendientes que den la talla o lo puedan derrotar. La principal candidata opositora Cristiana Chamorro (hija de la expresidenta Violeta Barrios) recibió la arremetida del poder coludido con la justicia. Lo propio sucedió con Félix Maradiaga, Arturo Cruz y otros tantos dirigentes críticos con Ortega.
La arremetida a palos y la violencia contra la prensa no es nueva en la Nicaragua sandinista. Durante las protestas estudiantiles de hace dos años, varios medios que mostraban la realidad y periodistas críticos fueron agredidos y perseguidos. La mejor manera de no tener crítica debiera ser actuar con corrección y apego a las leyes y el derecho; pero el tirano disfrazado de presidente elegido por el pueblo cree que silenciar a las voces críticas es conveniente.
Daniel Ortega accedió por primera vez al poder con el triunfo de la Revolución en 1979, cuando una gigante coalición apuntaló a la guerrilla. Luego fue elegido en las urnas pero más tarde distorsionó las reglas del juego, forjó cambios constitucionales que le permiten participar una y otra vez como candidato, tejiendo un poder omnímodo. Pero esta vez las encuestas no le son favorables.
El Secretario General de la OEA invocó a la Carta Democrática para reprender la conducta de Daniel Ortega; y el Consejo Permanente de la OEA, con sede en Washington, aprobó una resolución el martes con una mayoritaria condena con el voto del Ecuador. Pero Daniel Ortega sigue empeñado en su ambición de poder.