Justamente 53 años después que entrar en vigencia el Tratado de Roma, norma constitutiva del bloque integracionista y de su hasta hace poco exitoso proceso de complementación, el grupo ha registrado el ingreso de un nuevo ‘socio’: Estonia, uno de los pequeños países bálticos.
De esta forma, la nómina de los seis ‘socios’ originales -Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo- se ha expandido hasta casi completar la treintena, como efecto de varias coyunturas y del cumplimiento de las condiciones que se exigen para la llamada Zona Euro, por alusión al nombre de la moneda común.
Para el efecto se desenvolvió una consulta popular en Estonia y la mayoría se inclinó por la tesis de sustituir la moneda propia, por el uso de la moneda europea y por admitir también los criterios y recetas para el caso, establecidos de manera solidaria.
De hecho el país báltico, uno de los tres de este sector geográfico con Lituania y Letonia, mediante la aplicación de las recetas que podrían bautizarse como ‘ortodoxas’ o acaso ‘clásicas’, está esforzadamente saliendo de una de las peores enfermedades económicas, pero esta circunstancia solo sirve para recordar que el camino integracionista no ha sido fácil, ni cosa que se le parezca.
Bien puede estimarse que el primero de los graves momentos de definición tuvo lugar cuando fue indispensable precisar la propia naturaleza del bloque y se aludió por ejemplo, a la ‘Europa de patrias’, con el ánimo de dejar más o menos intocadas las características específicas de los pueblos que marchaban por el agreste camino. Después también surgieron conflictos por la circunstancia de que varios Estados habían tenido imperios coloniales y se intentaba disponer el tratamiento apropiado para los viejos dominios una vez que se habían emancipado.
Incluso la caída del ominoso Muro de Berlín y la de desordenada liberación que llegó enseguida, trajo problemas ya que muchos de los flamantes países ahora autónomos, pidieron ser admitidos en el bloque.
La desigualdad de la agricultura respecto de la manufactura y los servicios ha provocado choques, lo mismo que las relaciones del bloque con el resto del mundo, comprendida Latinoamérica, pero tal vez el obstáculo más duro resultó la crisis mundial de hace año y medio. Varios ‘socios’ aún batallan con el problema: Grecia; Irlanda; Portugal y España, sobre todo debido a su gigantesca deuda externa .
La enfermedad de Estonia se llama ‘recesión’ -débil producción y tensiones inflacionarias- pero con descomunales sacrificios está emergiendo del fondo. Para eso enfatiza sobre el recorte de los gastos públicos, aún los de desarrollo, pero especialmente los gastos corrientes, es decir de sueldos burocráticos, viajes, propaganda, etc., con decisión que debería ser imitada por otros Estados sean o no del bloque del euro como remedio clave para sus déficits de toda índole.