Uno de los aspectos centrales de vivir el claustro universitario en su verdadera dimensión, es el entorno natural. Grandes y prestigiosas universidades del mundo programan sus aulas y centros comunitarios considerando el diseño y contenido verde de sus campus, un añadido que no solo “afecta” a su propia población sino que se convierte en pulmón verde de la ciudad.
Véase por ejemplo las universidades de Bergen, Wisconsin o Harvard. Son pocas en el mundo cuyo proyecto paisajístico incluye la preservación de especies nativas y convierte a su campus en bio-sostenible.
En el Ecuador contamos con dos extraordinarios ejemplos: la Escuela Politécnica del Litoral (Espol), que se encuentra entre las 100 más sostenibles del mundo. Está en el puesto 52 en el “ranking” del UI GreenMetric, una iniciativa de la Universidad de Indonesia que evalúa el respeto al medioambiente; y la Universidad de Cuenca con sus dos campus, el central y el de Balzay. Con un total de 101 934 metros cuadrados, esta universidad ha destinado 3.8 hectáreas de área verde.
Lo sobresaliente es que en el de Cuenca se han usado especies que producen néctar (melíferas) aptas para colibríes, su población ha aumentado notoriamente, así como la de insectos, bungas o moscardones, que ayudan a la polinización; las nuevas plantas semilleros, entre otros, alimentan diferentes aves. En un día de lluvia croan los machos alojados en los nuevos ranarios. Es un placer caminar por los senderos o estar simplemente leyendo o charlando. Pronto las vías duras se transformarán en permeables, filtros naturales que no contaminarán los ríos de recepción.
De las 13 000 plantas existentes, alrededor de 400 especies son árboles y arbustos (1 800 aproximadamente), herbáceas, enredaderas, epífitas. Existen 15 plantas endémicas como la smallanthus microcephalus, la azuayensis o la jatrofa azuayensis. Iniciado en el 2011 bajo la experta y delicada mano de Kabir Montesinos, administrador de áreas verdes de la Universidad, los resultados de sus iniciales sueños de juventud han literalmente florecido y superado cualquier expectativa.
Esta joya botánica debe ser conocida por sus propios habitantes, además de los expertos que llegan buscando nuevos modelos verdes urbanos u otros caminantes externos pidiendo solaz.
Es hora de proponer su calificación internacional, “venderlo” como el jardín botánico de la ciudad, amén de los megaparques recientemente inaugurados alrededor, reconocerlo como un modelo para otros campus universitarios. Es inaudito que los propios espacios del saber no contemplen este crucial aspecto para la sociedad y que encementen sin piedad alguna sus sedes sin siquiera pensar en sus propios ocupantes y las demandas de la propia Tierra.