Estamos próximos a la celebración de las festividades del Señor de la Salud, el primer y segundo domingo de julio de cada año, que como bendición del Supremo llegó a Santiago de Bolívar el 30 de enero de 1 876, gracias al párroco de esa época Dr. Manuel Sánchez, quién en uno de sus viajes a Quito, lo limosneó en 40 pesos a una señora que después murió de profunda melancolía.
Una vez que estuvo en Santiago, destaparon el cajón en que venía y un olor a rosas inundó el ambiente y comenzó la sanación de los enfermos, por eso es que decidieron llamarle “Señor de la Salud”! Desde sus inicios en el año 1 876, se han celebrado las fiestas del Señor de la Salud con gran emotividad y una profunda fe y devoción, a pesar de que no habían carreteras en esa época, sino a lomo de caballo o a pie, los devotos acudían cada año en mayor número a agradecer los favores recibidos y otros a implorar milagros para sus enfermedades físicas y espirituales.
Se celebraba en la plaza descampada, sin parque aún por los años de 1 921, en tiempos en que era párroco el entusiasta Dr. Juan Celio Moncayo y cuando los priostes se esmeraban en celebrar con “bombos y platillos”, a fin de que nada faltara para dar mayor realce a las fiestas: música, bandas de pueblo, pirotecnia, bailes, corrida de toros y la infaltable misa campal, con su procesión final del milagroso Señor de la Salud, como siguen haciendo los priostes en la actualidad.
Cada año se acrecienta la cantidad de devotos que acuden llenos de fe a la “caminata religiosa del Señor de la Salud”, inicialmente desde el barrio de Shamanga del cantón Chimbo y desde hace pocos años, desde el cantón San Miguel y después desde el cantón Guaranda, acudiendo más de 7 000 devotos principalmente desde Chimbo.
Ésta es la verdadera demostración de fe religiosa que se encuentra arraigada, como siempre, en el corazón de los hijos de Santiago de Bolívar y en los amigos de los santiagueños de todo el país y aún del exterior, que al escuchar sobre los milagros del portentoso Señor de la Salud, cada año llegan en mayor número para rendirle pleitesía, unos para agradecerle por los favores recibidos y otros para implorar sus bendiciones y la sanación de sus cuerpos y sus almas.