Ecuador votó por un nuevo Presidente de la República para solucionar problemas que parecen viejos: alto endeudamiento público, aumento del subempleo, baja inversión extranjera, recesión, estancamiento en la reducción de la pobreza y la desigualdad, etc.
Para el nuevo Presidente el principal reto será reactivar la economía y el empleo, lo cual suena casi obvio pero no ha ocurrido, aunque la propaganda diga lo contrario.
Para eso necesitará llegar a acuerdos políticos y trabajar en varios frentes de forma coordinada: lograr un equilibrio fiscal, impulsar la inversión privada y mejorar la productividad y competitividad.
Quienes tomen las riendas del país a partir de mayo próximo saben que el tamaño del Estado deberá ajustarse a la nueva realidad de la caja fiscal, no por un tema ideológico, sino por falta de dinero, pues ya no existe un petróleo de USD 100 por barril.
Este ajuste no debe ser una sorpresa para nadie, pues ya empezó hace dos años con el actual Gobierno. Y el efecto fue un recorte de la inversión pública, que colaboró para el surgimiento de la actual recesión.
Hasta ahora se ha intentado superar el bache con un agresivo endeudamiento público, lo cual no es sostenible. Una salida real pasará por encender las turbinas de la inversión privada -nacional y extranjera-, fomentar las exportaciones para atraer más dólares al país y, sobre todo, mejorar la competitividad de los productos nacionales.
Se trata de una carrera de largo aliento, donde el Gobierno y los empresarios deberán superar obstáculos como la apreciación del dólar y el alza de las tasas de interés en los mercados internacionales.
Casa adentro, la responsabilidad para una reactivación económica con equidad social supone acuerdos mínimos entre Gobierno, empresarios y trabajadores, lo cual marca un nuevo escenario. Esos acuerdos pasan por la estabilidad normativa para invertir, el respeto a los derechos laborales, el pago de impuestos y el uso eficiente de recursos públicos.