Las invencibles y descomunales maquinarias de guerra de Napoleón y Hitler, en su respectivo momento, sufrieron derrotas desastrosas frente a Rusia, quien utilizó la táctica de tierra arrasada para enfrentarlas.
La mencionada táctica consistió en un repliegue, no solo de fuerzas militares sino de la población civil permitiendo que el ejército enemigo avance hasta un lugar determinado dentro el territorio defendido, para allí dar la batalla decisiva. El repliegue consistió en abandonar y destruir poblados, ciudades, infraestructura; matar animales, quemar cultivos, es decir arrasar con todo lo que pudiera servir al enemigo para abastecerse.
Pese a los enormes costos, la táctica de Rusia dirigida por el Zar Alejandro I frente a Napoleón, y por Josep Stalin frente a Hitler, fue exitosa. Las líneas de abastecimiento se cortaron para los ejércitos invasores. Lo demás hizo el cruento invierno y la poderosa resistencia de los rusos. Resultado: derrota invasora.
Parecería que, cual Alejandro I o Stalin, el gobierno de Correa, acosado por la crisis económica y la creciente ola de denuncias de corrupción, decidió enfrentar las elecciones, con la estrategia del todo o nada, utilizando la táctica de tierra arrasada.
Alianza País en estas semanas, abrió más y más frentes de lucha. Pelea con todo mundo: indígenas, intelectuales, militares, ecologistas, empresarios, periodistas. Impulsó el cierre de Acción Ecológica,que ya fue archivado. Abre y reabre casos judiciales contra opositores. Crea nuevos inconformes o enemigos. Endeuda el país hasta la asfixia. Dinamita la confianza y eventuales posibilidades de diálogo.
Frente al ventilador de denuncias de corrupción que recibe de dentro y fuera del país, saca su aventador propio y más grande, en una dinámica de perder-perder: “Si yo me hundo, me hundo contigo”. Hoy, debido al caso Odebrecht, además del gobierno, las dudas se extienden al alcalde de Quito, y a figuras destacadas de la oposición. El débil aparato de representación política del país quedará con su credibilidad destrozada: ¿Quién creerá en los políticos de cualquier orientación? En la misma condición queda la intelectualidad, rotas confianza y relaciones, debido al juego acoso-preferencia con las universidades de postgrado, cuyo prestigio ha sido averiado.
Resultado: políticos, intelectuales y sociedad con voz apagada. Parecería que el mensaje es: “Si no gobierno yo, no gobierna nadie”. Se incrementa el caos. En Ecuador no solo hay crisis económica y desempleo, sino de desconfianza, bronca e incertidumbre; que produce en la población apoliticismo, impotencia, asco, insensibilidad y ganas de escapar. Más jóvenes quieren fugar del país.
De la táctica de tierra arrasada no saldrá ganador. Menos el candidato oficial. Todos perderemos. Aunque, es posible, que del caos surja un nuevo orden.