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La vida pública se moldea según cómo se ejerce el gobierno. La corrupción, por ejemplo, no es nueva, pero el contexto actual la potencia. La abundancia ayudó a multiplicar puestos, favores y clientelismo (compra de apoyos), lo cual permite el paso al favor personal.
Algunos ministros, al no tener barrera de partido o ideología por delante, se rodearon de parientes o próximos; el nepotismo fue común. Los casos de corrupción conocidos muestran que esta se cocía entre familiares o próximos.
La corrupción crece cuando hay debilidad de las instituciones o de la sociedad civil (pues los valores no se enraízan), la pobreza, la ausencia de movilidad social que convierte al Estado en la disputa de todos para mejorar sus condiciones “personales”, etc. Pero es contradictorio que gobiernos que querían terminarla, por su afán de tener el poder a toda costa, acaben por no mirar los medios con que actúan. Además, la concentración del poder sin contrapeso social o político (oposición) ayuda a que la élite política quiera darse privilegios.
En Bolivia se avanza para hacer de la corrupción “normal”. Evo Morales reparte dinero directo, para obtener apoyos. La tradición boliviana del peso social de las organizaciones fue rápidamente pervertida para ser apoyo al gobierno a cambio de favores. Los dirigentes formados en las luchas sociales fueron reemplazados por apoyos al MAS. La abundancia ha hecho el resto, con transferencias de dineros para proyectos inexistentes, sin rendición de cuentas. El escándalo del Fondo Indígena
(1 100 proyectos entre 2009-2014, con USD 460 millones) revela un sistema de transferencias directas personales. La justicia persigue a críticos de Morales, no a los implicados del MAS.
El vicepresidente, Álvaro García Linera, dice que “se ataca a los que osaron tomar el poder”. Sería quejarse de tonterías si lo que cuenta son las políticas sociales. La ética no contaría. Según el Ministro de Finanzas, “está bien” hacer los cheques personales, y reduce los controles. Para Morales, “dos millones es poco”, trivializa la corrupción; es decir, otros roban más, nosotros menos, ¡Qué privilegio! ¿Habrá ética diminuta? Es la puerta abierta oficialmente para enraizar la corrupción y convertir al Estado en un simple botín. Cuando la equidad, la ética y el pluralismo deben ir juntos.
Esta deformación de principios es la consecuencia de pretender que el buen proyecto está de su lado y los otros son el mal. Qué desperdicio histórico. Destruyen el sentido de las instituciones en países que requieren darles vigor. Convierten a las organizaciones alternativas en puerta de corrupción trivial, como fue el PRI o los peronistas (clientelismo, corrupción y cinismo) sin sentido de proyecto histórico. Triste herencia de esta izquierda. Tomará acaso dos o tres generaciones para regenerar a este sector que fue el alternativo. Pues, este matrimonio con lo rancio del pasado mata lo alternativo.