Las tonalidades fuertes, con una variedad de estilos, están entre las actuales tendencias de estas piezas decorativas. Fotos: José Mafla/ EL COMERCIO
Los tapices, con diseños andinos y de la naturaleza son una alternativa para la decoración de recibidores, salas o habitaciones.
Estos paños, entretejidos con lana prefabricada e hilo de algodón, lucen en paredes, pisos y hasta como adornos de mesa.
El uso de una artesanía no tiene una definición exacta.
Está en juego la creatividad del que lo emplea, asegura José Ruiz Perugachi, de Artesanías El Gran Cóndor, situado en la comunidad de Peguche, en Otavalo.
En este sitio se ofrecen piezas de varios tamaños y colores, en formas cuadradas y rectangulares, principalmente.
Ruiz explica que este local se especializa en la venta de piezas únicas, por el aprovechamiento del telar de madera.
Este aparato, a diferencia de las máquinas automáticas que realizan una reproducción en serie, permite hacer modificaciones en un mismo modelo.
La tendencia actual está marcada por nuevos diseños, matizados con tonos fuertes. Aunque persiste la manufactura de tapices con tonos grises y con figuras costumbristas.
Hasta la actualidad se utilizan tintes naturales, extraídos de la cochinilla, barro negro, pepa de aguacate, cebolla… Así explica el artesano Ruiz.
Pero también señala que es inevitable el uso de tintes sintéticos para aplicar colores fuertes en la fibra prefabricada.
Los nuevos diseños son inspirados en ilustraciones de libros, revistas y hasta la Internet. También, en los requerimientos de clientes, especialmente extranjeros, que visitan esta galería otavaleña.
Entre los trabajos más solicitados están los íconos que rememoran a la fauna de las Islas Galápagos. Se trata de lienzos en la que resaltan iguanas, pulpos, serpientes.
En este taller aún subsiste el empleo del telar de callúa o de cintura. Según Luzmila Zambrano, del Museo Otavalango, esta herramienta ya lo utilizaban los pueblos indígenas antes de la llegada de los españoles a América.
Esta variedad de telar permite elaborar tejidos largos, similares a fajas, que también pueden lucir en los muros.
Para muchos imbabureños, como Washington Maldonado, propietario de la Galería de Arte Sisa, esta variedad de tapices le dan identidad a la decoración. En su oficina, por ejemplo, tiene una pieza con la representación de una choza campesina de Otavalo.
Lamenta que los artesanos que fabrican estas piezas se vayan perdiendo. Recuerda que en el Instituto Otavaleño de Antropología se tejían hace dos décadas unas alfombras con diseños espectaculares.
Muchos de esos trabajos eran el resultado de investigaciones de artesanías de la zona rural de la Provincia de los Lagos.
Son contados los manufactureros de tapices que aún quedan. Uno de ellos es José Ruiz quien conoce las técnicas ancestrales. Él comenta que un tapiz de 1 metro, a lo que el denomina elaborado con medio golpe, alcanza alrededor de 500 puntadas. Se hace más rápido.
Sin embargo, es de contextura floja, comparado con uno de 1 000 puntadas, de la misma dimensión, que demanda mayor tiempo de trabajo.
Curiosamente, los costos de los tapices no dependen del tamaño y diseño, sino de la horas que toma para su fabricación. Hay desde los USD 25.