La tragedia del Ecuador tiene nombres y apellidos. Los visibles son la pobreza estructural, la corrupción, la inseguridad, la informalidad, la desinstitucionalización, la baja calidad de la educación, la salud -en terapia intensiva-, la justicia multicompetente y la deuda eterna.
Hay otros problemas subalternos, subterráneos o “invisibles” que pasan desapercibidos: la desnutrición crónica infantil, el embarazo de los adolescentes, los bajos niveles de lectoría y la desorientación vocacional.
Una de las causas, entre otras, es la falta de políticas públicas de largo plazo, con criterios de sostenibilidad y, en ocasiones -hay que decirlo- derivados de la ausencia del Estado y de los gobiernos de turno. Porque las leyes sobran; hay ausencia de decisión política, financiamiento adecuado y gestión participativa con la gente.
La desnutrición infantil es parte del denominado “subdesarrollo biológico” detectado en la población infanto-juvenil, ubicado en algunas provincias de la Sierra central y en la Costa, con graves repercusiones en el desarrollo cerebral y el rendimiento escolar. El embarazo de los adolescentes afecta a miles de niños, niñas y adolescentes, quienes, sin información y formación en salud reproductiva, tienen vida sexual activa -muchas veces contaminada de violencia-, y sin esperanza en el horizonte. La inacción de los ministerios de Educación y Cultura, contribuye a perpetuar los bajos estándares de lectura comprensiva y lectura silenciosa. Pocos se preocupan de la promoción y la mediación a la lectura, las bibliotecas y la formación de los bibliotecarios. Y si esto fuera poco, no existe una política pública sobre la orientación vocacional y profesional. El país pierde millones de dólares por este motivo. La deserción escolar es alta en educación básica, bachillerato y superior. Al respecto, la educación dual sería una alternativa, para incorporar a los jóvenes a los procesos productivos.
El Ecuador ha bajado los brazos en estas materias. Y que la tragedia -los problemas visibles e “invisibles”- se subsane con más democracia. Es necesario un liderazgo hiperactivo para movilizar al país. ¿Qué dicen los candidatos?