Una de las dos turbinas de la presa Mazar empezó a generar energía eléctrica hace una semana, 40 años después de su planificación. El proyecto inicial que se adelantó para la zona austral del país comprendía un complejo sistema compuesto por la presa Daniel Palacios (Paute). Enseguida de esta gran obra, aguas arriba, se debía iniciar aquella conocida como Mazar, con un triple propósito. El primero, ser un embalse gigante que preserve agua para la época de estiaje, cuando el cauldal de Amaluza de la presa Paute adolezca de un volumen suficiente para generar energía en su plenitud. La capacidad de almacenamiento de agua del embalse de Mazar es ocho veces mayor que la de Paute.
El segundo propósito era servir como una protección frente a residuos que la erosión arrastra al agua y, el tercero, poseer su propia de generación.
Otro de los proyectos complementarios de este sistema se halla aguas abajo, en la zona conocida como Sopladora y para el cual el Gobierno también busca crédito en la República Popular China.
El proyecto era de gran importancia para el país, pero la desidia o la inoperancia lo postergaron durante cuatro décadas. La obra bordea un costo de USD 400 millones. Su construcción se inició durante el gobierno del coronel Lucio Gutiérrez y se ofreció para marzo del 2009. Este Gobierno ha continuado aportando para su construcción.
La crisis de estiaje de finales del año pasado reflotó la urgencia de esta obra que debería complementarse con la plena aplicación del Plan Maestro de Electrificación.
Es imperativo aprovechar el enorme potencial hidroeléctrico para abastecer la demanda creciente de energía y acabar con los millonarios subsidios en derivados de petróleo para generación térmica que perforan la economía.