Su fabricación sigue técnicas antiguas. Se hacen ladrillos en hornos de leña. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
La producción de bloques o adobes artesanales para la construcción de viviendas, en el sur de la ciudad de Esmeraldas, se hace utilizando procesos ancestrales.
Aunque la técnica es indígena, los afros que habitan en las riberas del río Teaone, aprendieron a usar la tierra arcillosa para fabricar bloques para edificar sus casas y, asimismo, producir para la venta.
El proceso empieza con extraer la tierra arenosa de los bordes del río. También se extrae la tierra negra existente. Luego, se fusionan los dos tipos de arcilla.
La elaboración del bloque o adobe de arcilla empieza con la mezcla de las tierras negra y arcillosa con el aserrín.
Esa amalgama se mezcla con agua hasta que quede maleable. Luego, se adiciona aserrín para compactar más este chocoto. Este se obtiene en los aserraderos existentes en la urbe. Seguidamente se coloca la masa en los pequeños moldes rectangulares de madera.
Con las manos, los artesanos amoldan suavemente la mezcla hasta dejar llenos los espacios en la horma, para formar bloques de 30 x 20 x 15 centímetros.
El barro en el molde debe recibir entre tres y cuatro días de sol. Cuando se requieren ladrillos, estos bloques se queman en un horno de leña durante 72 horas.
La mezcla se suaviza con agua. El chocoto está listo cuando adquiere una consistencia maleable y fácil de trabajar.
Según los antropólogos Adison Güisamano y Xavier Vera, los indígenas de la Sierra trajeron esta forma de trabajo a Esmeraldas, donde fue aprendida por los afrodescendientes que ahora tienen ladrilleras. Los indígenas de la cultura Teaone también utilizaron la arcilla para hacer trabajos artesanales.
Güisamano cree que los afros que se asentaron en el sur de la ciudad y que laboraron como oficiales de ladrilleros de la Sierra, aprendieron de esa cultura y hoy se dedican a producir ladrillos y adobes con estos métodos.
Juan Pujota es una de las personas que elabora bloques de barro. Produce un promedio de 400 ladrillos semanales con la ayuda de su hermana María Pujota. Llevan 20 años dedicados a ese oficio.
Entonces se coloca la tierra en las bloqueras. El trabajador lo hace manualmente. El bloque se deja secar cuatro días.
“Nosotros aprendimos de nuestros abuelos en la ciudad de Quito y luego vinimos a Esmeraldas para producir ”, señala Juan Pujota.
En la zona sur donde hay un alto porcentaje de población afro, algunos han construido sus casas utilizando el bloque con estructuras de hormigón en la parte baja, y en la segunda planta, conservan el uso de la caña guadúa y madera.
Para el ingeniero Walter Aguas, constructor civil, muchas de las edificaciones con proyección turística en el filo del río Teaone tienen una combinación del concreto con lo ancestral, que privilegia el uso de materiales como la caña y el bloque de barro.
La caña, principal material de las casas del pueblo afro, ahora se fusiona con ladrillos hechos con tierra arcillosa. Una de las ventajas de esta fusión es una mejora en la sismorresistencia del inmueble.
Una vez secos, los bloques se colocan en hileras o en aparejo. Luego van al horno para hacerse ladrillos.