Carlos Zorrilla dirige una práctica utilizando bandas de resistencia. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
Una colchoneta, un pequeño bloque de madera o fomi comprimido, una liga y una pelota -de 30 o 15 centímetros de diámetro- son los instrumentos que permiten conectar la mente con el cuerpo a través de una serie de rutinas con ejercicios que se desprenden del yoga, pilates y danza.
Se trata del zenga, un sistema de entrenamiento que apareció en los Estados Unidos y que ahora se toma las salas de diversos centros de acondicionamiento del país.
Carlos Zorrilla es instructor y dice que el principal beneficio que ofrece esta práctica radica en que afianza la conexión mente-cuerpo, pues muchas personas ejecutan miles de movimientos al día de forma mecánica.
Los ejercicios también están diseñados para activar la fascia, una membrana fibrosa de tejido conectivo que envuelve los músculos, forma las cápsulas articulares, los tendones y los ligamentos.
Su práctica regular, tres veces a la semana, también mejora la coordinación, desarrolla fuerza muscular y elasticidad. Además, proporciona estabilidad al core, como se conoce al centro del cuerpo (zona abdominal -incluyen oblicuos– y parte baja de la espalda).
Activar los músculos del centro del cuerpo es vital porque funciona como un escudo que protege músculos y órganos. También, porque la mayoría de disciplinas deportivas requiere de fuerza abdominal. “Trabajar esa zona mejora el desempeño físico de la mayoría de deportistas”, contó Jairo Cárdenas, entrenador especializado en pilates.
Las clases de zenga duran entre 45 y 50 minutos. Antes de arrancar con el entrenamiento los participantes cumplen con una rutina de ejercicios para calentar músculos y articulaciones. Ese ‘ritual’, indispensable en la práctica de cualquier actividad deportiva, activa endorfinas y reduce el riesgo de sufrir lesiones. Al final de la clase, en cambio, estiranpara reducir el dolor muscular y también para evitar lesiones.
Según el fisioterapista Luis Rojas, muchas lesiones relacionadas al deporte se producen por la falta de calentamiento y de estiramiento. Hay dolencias que pueden alejar al participante de los entrenamientos hasta por seis meses.
En las clases de zenga participan personas de diversas edades, incluidas las de la tercera edad, pues se trata de sistema de entrenamiento de bajo impacto. Además, las rutinas se diseñan en función de las necesidades de cada grupo. En caso de que a un participante se le dificulte realizar un movimiento “lo modificamos sin restarle beneficios al ejercicio”, contó Zorrilla.