En Barcelona, hay gente que rechaza frontalmente a los turistas en sus playas.
En el 2016, un total de 1 235 millones de turistas cruzaron fronteras internacionales. Es decir, casi un 20% de la población mundial transitó de una parte a otra del planeta con el fin de conocer nuevas culturas.
A pesar de la alentadora cifra para los inversionistas turísticos, detrás de este porcentaje se esconde una problemática de movilidad humana. La llegada de un turista es una fuente de ingresos para una localidad, pero también representa un impacto ambiental y social sobre los destinos predilectos de los viajeros.
Muestra de esto es lo sucedido en esta semana en España, donde una hembra lactante de delfín, que había quedado varada en una playa de Mojácar (sur), murió debido al estrés y la manipulación a la que fue sometida por cientos de bañistas curiosos. Es la conclusión de Equinac, asociación que rescata y cuida a la fauna marina en peligro o herida.
Los cetáceos son animales “muy susceptibles al estrés, y manipularlos o agolparse sobre los ejemplares para hacerles fotos y tocarlos, les causa un ‘shock’ muy fuerte que acelera en gran medida un fallo cardiorrespiratorio, que fue lo que ocurrió”, publicó Equinac. La asociación incluye además una imagen de niños tocando al animal, algunos tapándole sin querer el espiráculo (orificio por donde respiran).
El turismo representa no solo una situación de estrés para los animales. En zonas como la Rivera Maya, más de 10 000 personas vacacionan diariamente en sus playas, a pesar de que en estas no existe todavía un eficiente sistema de reciclaje para la basura que estos visitantes generan.
Una problemática similar enfrenta Las Vegas. Según la organización Sustaining Tourism, el Hotel Bellagio, que tiene un adecuado sistema de reciclaje de agua, requiere de 12 millones de litros del líquido cada año para su óptimo desempeño, en una zona con tendencia a la desertificación.
En este mes, la Organización Mundial de Turismo (OMT) lanzó la campaña ‘El turismo sostenible como instrumento de desarrollo’, en respuesta a escenarios peligrosos como los que se registran en sitios como Machu Picchu, altamente amenazado por el ingreso diario de más de 1 000 turistas que, a largo plazo, desgastan las rocas de la antigua ciudadela inca.
De acuerdo con el analista turístico Armando Cevallos, la iniciativa del turismo sostenible termina siendo solo un “buen propósito” si no se toman en cuenta todos los factores que forman el proceso. Al analizar el caso de Ibiza, que en esta semana vive la fiebre de la “turismofobia”, con la aparición de grafitis en contra de sus visitantes, el experto señala que el problema general del sector radica en una fuerte inversión en la infraestructura visible, pero no en los pilares que la sostienen a largo plazo.
Para Cevallos, una educación turística de los ciudadanos, la mejora de los servicios básicos y el cuidado patrimonial garantizan el futuro de estos sitios.