Las prendas -fajas, guangos, anacos y ponchos- se comercializan en un almacén de artesanías. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Compartir la vida cotidiana de los comuneros, sus labores en las huertas, la cosecha de cereales y el tejido de prendas originarias en telares de cintura es el atractivo turístico más solicitado en Cacha, una parroquia indígena de Riobamba.
Desde Pucará Tambo se pueden mirar todos los volcanes, cerros y nevados que rodean a Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Allí funciona el Centro Pucará Tambo, un proyecto que combina las prácticas culturales de los puruhaes con el turismo comunitario. Los guías nativos, artesanos de 23 comunidades y una chef indígena se asociaron para ofrecer seis paquetes turísticos que incluyen actividades de aventura, ceremonias andinas, platos típicos y recorridos por los poblados.
El proyecto se generó como una alternativa económica a la agricultura y a la manufactura de prendas indígenas. Ambas actividades generaban bajos ingresos debido a la competencia de las grandes industrias textiles y a la falta de agua para los cultivos. “Aquí dependíamos solo de las cosechas, éramos muy pobres y por eso muchos de los nuestros abandonaron los campos para irse a la ciudad. Pero hoy el turismo nos está sacando adelante”, cuenta optimista Segundo Sucuy, administrador del proyecto.
Pucará Tambo está ubicado en la cima del cerro más alto de Cacha, a 3 200 msnm. En la antigüedad los puruhaes lo utilizaban como un templo para las ceremonias andinas y como un centro de convocatoria.
El proyecto se inició en el 2007. En esa época Luis Felipe Duchicela, el último descendiente de la familia real Shyri Cacha (rey de Cacha), decidió invertir en el centro turístico como una estrategia para el progreso de su pueblo.
Junto al espacio ceremonial, donde todavía se efectúan rituales andinos, se construyó un centro interpretativo. Allí los turistas pueden mirar fotografías antiguas de la familia real, también se exhiben sus atuendos originarios de uso diario y otros que se utilizan en fiestas especiales como una boda indígena, el Inti Raymi, el equinoccio o el Pawkar Raymi.
También, hay chozas (casas hechas de abobe con techo de paja y sigse), con capacidad para hospedar a 32 personas. Este servicio cuesta USD 15 por una habitación múltiple y 40 por una matrimonial.
En el restaurante se ofrecen platos típicos y platos de la cultura occidental, preparados por la chef indígena Ángela Huilcarema. El menú platos como el timbo, una mezcla de granos cocidos con queso y salsas, cuy asado con papas, entre otros que cuestan desde USD 3,50 hasta 17.
En el centro laboran siete guías nativos. Ellos ofrecen un recorrido de trecking por los cerros hasta la laguna encantada, visitas a los artesanos en sus casas y una explicación completa sobre la cultura Puruhá y el pueblo de Cacha.
Una de las actividades preferidas de la gente es compartir las labores cotidianas de la gente indígena. “La mayoría de los turistas que llegan son extranjeros. Ellos adoran tomarse fotos en los campos, en las cuyeras y en los telares de los artesanos, nos dicen que en sus países ya no existen tradiciones como las nuestras y todo es industrial”, cuenta Laura Sucuy, una de las guías nativas.