En varios escenarios escuchamos la frase: “Construyamos puentes y no muros”. El referente de esta frase es la problemática que aqueja a la humanidad, desde lo político hasta lo económico, social y ético. Los muros físicos se levantan para evitar las migraciones irregulares, las barreras ideológicas, religiosas y culturales-, y los resultados son casi los mismos: sufrimientos, calamidades y exclusiones. ¿Cómo superar estos frágiles designios de la sinrazón?
Los muros mentales explican, de algún modo, este fenómeno creciente en las naciones, los pueblos, las comunidades e, inclusive, en las familias.
Egocentrismo
A menudo nos encontramos con personas “cerradas”. Está bien asumir y aplicar principios o valores que han enriquecido y enriquecen nuestras vidas, pero, de ahí a crear, a veces artificialmente, muros mentales hay una gran diferencia.
El tema es complejo porque cada persona es un mundo singular respaldado por ideas y experiencias vitales, que forman parte del “yo” que hemos construido a lo largo de la vida. Filósofos, antropólogos y psicólogos se han encargado de descifrar las diferentes categorías que subsisten en las mentalidades de personas y pueblos. Ahí están instalados los miedos, las frustraciones y las indecisiones -que equivalen a los muros-, y en contraste, los sistemas de autoconocimiento, los diálogos y consensos, las terapias y las técnicas de relajación -conocidos como puentes-.
Blanco y negro vs. Arco iris
Los muros mentales -conscientes o inconscientes- son barreras que nos limitan la exploración de nuevos caminos para ampliar las perspectivas del mundo.
Existen personas valiosas que ven todo en blanco o negro, ying o yang, sumar o restar, positivo o negativo, cero o uno… Y tienen respetables puntos de vista sobre diversos temas; pero hay personas que intentan ver la vida de otro modo: saben escuchar y perciben la realidad como un arco iris. Observan las situaciones sin pontificar y actúan con flexibilidad, están en permanente aprendizaje, y logran abrir espacios para avanzar y alcanzar objetivos…posibles.
No se ha inventado una pedagogía para vencer los obstáculos con modelos matemáticos o algoritmos. Los conflictos humanos son necesarios para crecer y mejorar nuestro bienestar emocional. Está documentado que cuando los muros mentales prevalecen, sus efectos pueden ser negativos y a veces destructivos.
Los orígenes
Algunos investigadores ven el origen de estos muros psicológicos en los ámbitos comportamentales y culturales. Una expresión típica es la cerrazón, con motivos o sin motivos, cuando llegan a extremos imposibles de vencer y porque no ofrecen alternativas. O son justificados sin argumentos: repetimos lo que oímos y nos alineamos a los dogmas antiguos o nuevos, a veces sin leer y ni estar convencidos.
En ocasiones nos enfrentamos a “mentes cuadradas”; es decir, a gente rígida en pensar, sentir y actuar, y que no sabe escuchar criterios diferentes. Edward De Bono, estadounidense, en “El pensamiento lateral” y en otra maravillosa obra “Los sombreros de De Bono”, ofrece pistas para entendernos a sí mismos, y entender a otros colegas, entre ellas, a las personas negativas y encerradas en muros, laberintos y cuevas. Es recomendable releer el mito de la cueva creada por Platón.
Lo curioso es que casi todos estamos dispuestos a demoler esos muros, pero, en la práctica, insistimos en lo mismo: culpar a los demás de nuestros errores, señalar con el dedo a los culpables…y construimos -a veces sin quererlo- muros más altos. Un ejemplo patético es dividir ideológicamente a los sistemas, con una lógica excluyente, en buenos y malos; en derechas e izquierdas, y a las personas en ángeles y demonios… ¡Ahí se presentan cantidad de falacias que lanzamos sin argumentar!
Sociedad abierta = puentes
Frente a estas situaciones, cabe generar aperturas mentales. Recordemos el pensamiento de Karl Popper, famoso filósofo vienés, quien propuso la conciliación de las principales ideas políticas, que harían posible una sociedad abierta.
A propósito: ¿En la vida cotidiana construimos muros o puentes? ¿Y qué pasa con los “muros” políticos? La historia ha enseñado que solamente juntos se ha podido derribar los muros físicos y mentales. Y en ese contexto, la noción de puentes (escucha, diálogo, solidaridad, empatía, encuentro, consenso, bien común, confianza) es válida.
En las escuelas y en las familias podemos abatir las murallas del odio que hemos creado e, incluso, aquellas que aún no se edifican, mediante una estrategia poderosa: la eliminación de cercas, tabiques, paredes y obstáculos mentales que tenemos bien cimentados en nuestras cabezas…y, probablemente, en nuestros corazones.
La comunicación asertiva, el cultivo y aplicación de la verdad en la vida cotidiana; respetar las diferencias y todo tipo de discriminación nos acercan a fabricar puentes y no muros mentales. También promover encuentros y no resentimientos o lucha de clases; fomentar la tolerancia, la comunicación no verbal, aprender de los conflictos y buscar acuerdos básicos, mínimos, anclados a los derechos humanos fundamentales, que hagan posible una convivencia saludable.