El guía Fernando Pineda muestra varios vestigios incas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
El Museo Municipal de Zaruma recoge la historia cultural y ancestral de la ciudad, catalogada como la ‘Sultana de El Oro’. El lugar, ubicado en las calles 9 de Octubre y Plaza de la Independencia, en el centro urbano, agrupa más de 800 piezas antiguas de los períodos de integración, colonial y republicano.
Una parte de los objetos expuestos pertenece a las culturas que predominaron en la localidad. Allí se asentaron los cañaris y los incas, entre los años 500 y 1450 del período de Integración. En las parroquias Salvias, Huertas y Güizhagüiña, se hallaron complejos arqueológicos de construcciones de la época, como muros de piedra, terrazas y caminos.
En el Museo se exhiben hachas de piedra, utilizadas para la agricultura, la guerra o rituales. Su tamaño es similar al de una mano y hay modelos circulares y ovalados. También hay hachas de metal, procedentes de arqueología incásica que se usaban, entre otras actividades, para la minería.
“Tanto los incas como los cañaris habitaron acá y prácticamente fueron los primeros en explotar el oro en la región”, explicó Fernando Pineda, guía del Museo. Bajo Zaruma hay un yacimiento aurífero.
En ese período se hicieron los primeros túneles mineros. Los incas, por medio del fuego, empezaron a abrirse paso en la tierra para seguir las vetas de oro. Calentaban la roca, luego le echaban agua y se partía.
El guía relata que para la coronación del emperador Huayna Cápac se llevaron dijes de oro zarumeños. Y en 1533 se ocuparon grandes cantidades del metal precioso de esta zona para el rescate del también emperador Atahualpa.
Otra huella de los pueblos precolombinos son los petroglifos hallados en comunidades rurales del cantón. Las rocas talladas con diferentes signos se exhiben en fotografías que cubren las paredes del museo. “La mayoría tiene forma de espirales. Eso puede significar elevaciones más altas donde estaban asentadas las tribus”, refirió Pineda.
Asimismo se aprecian rostros que podrían ser retratos de jefes de tribus. Otros grabados se asemejan a mapas, ríos, caminos y formas de cultivo.
La huanca es un elemento más que revela la historia local. Es una pesada piedra con un orificio en su parte superior. Tenía la función de un reloj solar, pues se colocaba con dirección al astro rey y, según las partes del agujero que se iluminaban, los nativos determinaban las horas. Este método fue vital para la elaboración de los calendarios agrícolas.
Frente a la huanca está un molino para machacar granos. Tiene una rueda hecha de roca y se aprovechaba su fuerza a través de giros para triturar los alimentos.
En otra vitrina se muestran objetos del período colonial, entre los años 1536 y 1820. Son espuelas de caballos, chocolateras, candelabros y estribos elaborados en metal.
Entre 1820 y 1830 llegaron a la urbe ciudadanos franceses e ingleses, iniciando así la época republicana. Los extranjeros trajeron elementos desconocidos por los colonos como vitrolas, fonógrafos, pianolas, planchas, máquinas de coser, máquinas de escribir y teléfonos que pudieron conservarse para su exhibición.
La vestimenta tradicional de Guanazán y Abañín, parroquias de Zaruma, también tienen su espacio. Los habitantes en su mayoría tienen ascendencia indígena y sus antepasados utilizaban estas prendas, caracterizadas por colores vivos y fuertes como las blusas bordadas y las faldas folleras.