Con una propuesta diferente y única -como su personalidad- viajó Alejandro Huertas a Valladolid, España, parar representar al país en el Mundial de la Tapa. El encuentro que reúne a chefs de todo el planeta se realizará del próximo 7 al 9 de noviembre de 2022.
Alejandro, de 32 años, se ganó el derecho de cocinar para diferentes autoridades en tierras españolas, incluido el alcalde de Valladolid, luego de quedar dentro del Top 16 con ‘Mestizo’. Los jueces se acercaron a la propuesta a través de una presentación digital, enviada desde Quito, Ecuador.
Para ello contó con la colaboración de Andrés Agama, productor audiovisual; él se encargó de editar el material para sorprender al jurado, y ¡vaya que lo lograron!. En la prueba de fuego, el cocinero quiteño espera ubicarse entre los tres mejores del torneo.
Su creación
Para dar ‘vida’ a Mestizo, como bautizó a su tapa, Alejandro se inspiró en su país, por el que apuesta todos los días. Tomó productos de cada una de las regiones del Ecuador.
De la Costa aprovechó un atún rojo de exportación y la sandía; de la Sierra tomó la quinoa y el maíz; del Oriente, en cambio, utilizó el cacao, y de la región Insular compró el café, único y exquisito; molido, aporta un toque ahumado.
“El plato representa el mestizaje”, y por eso, precisamente, el jamón serrano también forma parte de esta creación. “Más que una receta, lo que hemos querido hacer es construir las etapas de la gastronomía del Ecuador desde el mestizaje y cómo lo hemos adaptado a la nueva cocina. Ecuador es un tesoro escondido en América”.
Puesta en escena
En el producto audiovisual, que dura 1 minuto con 46 segundos, y con el que despertaron la curiosidad del jurado internacional, la tapa terminada aparece dentro de un pequeño cofre de madera, despertando todos los sentidos.
El maíz se convirtió en un delicado crocante con la forma del esqueleto de un pez. Toda la preparación reposa sobre unas conchas negras, únicas en el país.
Así nació 3 500
Alejandro jamás soñó con convertirse en chef. Llegó a la cocina por casualidad, pero su talento hizo que el restaurante que montó en una pequeña casa, cerca del Antisana, esté ahora en la segunda planta del centro comercial Paseo San Francisco, en Cumbayá.
A ese lugar llegó tras asociarse con sus amigos “Gaby y JuanCa”. Y es que después de salir de ese primer espacio, donde no había sillas ni vajilla, 3 500 funcionó por el parque de Cumbayá y estuvo a punto de cerrar sus puertas por culpa de la pandemia del covid-19.
Con la crisis, los 18 puestos se redujeron a seis. Las ganancias eran mínimas, insuficientes para pagar arriendo y al equipo de trabajo.
“Son mis socios y amigos, pero de esos de verdad, de esos que a los que no les mientes, de esos de los que jamás te aprovecharías. Ellos creyeron en el proyecto; ahora compartimos un sueño”.
En el local de Paseo San Francisco hay capacidad para 60 ‘packs’.
Hay días que sus fieles seguidores abarrotan el lugar, y otros en los que hay espacio para un nuevo comensal. Pero ya hay ganancias para sostener un negocio que funciona con 14 personas, pero que “detrás de cada una de ellas hay tres y cuatro más -su familia-”.
Ese estado de conciencia le ha impedido ‘botar’ la toalla y lo motiva a reinventarse en su cocina.
Alejandro jamás se queda quieto, así como cuando era niño y adolescente. Siempre está creando, buscando la manera de dejar una huella y de servir de inspiración a las nuevas generaciones.
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