Ivette Montalvo es de esas mujeres que decidieron hacer del viaje un modo de vida. Su periplo como mochilera, que ya cuenta 35 países de Asia y África, es también la historia de una voluntad de superar ciertos temores y estereotipos.
No es para cualquiera ser mochilera y quizá en su caso aún más, porque tenía buenos trabajos.
Fue un proceso. Cuando decidí viajar estaba trabajando en Lima para una empresa inglesa. Me propusieron pasar de Marketing, un área estratégica, a Ventas, un área táctica. Dije: no, gracias. Entonces, llegó el momento de reinventarse. Y para mí eso era viajar. Siempre lo hacía en mis vacaciones y mientras más lejos, mejor. Sobre todo iba a Asia, pero los días no alcanzan: son apenas 15 de vacaciones y solo el viaje son dos o tres días.
Entonces comenzaron sus largos periplos…
Siempre quise tener un año sabático. Pero había un problema: yo era la única desempleada entre las amigas con las que solía viajar. Para esa época, yo tenía terror de viajar sola. Cuando pensaba en eso, me venía la imagen de estar sentada en la vereda con la mochila, totalmente perdida. Era una limitante. Decidimos ir a un viaje por África por el tipo Overland, que son empresas que viajan por todos los países en una especia de bus/camión. En el caso de África me quedé tres meses, pero ellas solo 15 días. En el bus viajas con unas 15 personas y se vuelven familia. Te daban la opción del bajo presupuesto o el lujo total. Los de ‘low budget’ íbamos a carpas y los otros estaban en hoteles cinco estrellas. En el día viajábamos juntos, pero a la noche los dejábamos en sus hoteles y nosotros nos íbamos a nuestro campamento.
Y a los tres meses volvió…
Y lista para ver dónde voy a trabajar o qué hacer. No sabía si buscar trabajo o ponerme algo propio, pero el bichito del viaje me volvió a picar. Y me dije: tengo que salir el año sabático. Me di cuenta de que viajar con gente que conoces te limita, porque no estás abierta a socializar con más personas. Cuando me quedé sola empecé a conocer a mucha más gente y la experiencia fue diferente. En esta segunda etapa quería algo espiritual, una exploración y un voluntariado.
¿Y a dónde fue?
Me puse a buscar opciones en internet. Finalmente decidí ir al centro de meditación de Osho, un “gurú” muy polémico. Permanecí ahí por tres meses en 2013. De ahí salí nuevamente en Overland a India y a Nepal. Y como siempre me ha pasado, cambié mis planes y también fui por Tailandia, Nepal, Cambodia, Vietnam. Luego salí hacia el voluntariado en Ghana y cumplí el año sabático.
Todo año sabático termina.
Y de vuelta al trabajo, pero ya no era lo mismo. Cuando viajas, cambias muchas cosas internamente. Cuando volví al país, me encontré con la misma gente, con los mismos problemas, con el mismo ambiente. Todo era lo mismo… terminas dándote cuenta que el que cambia es uno. Lo que se queda es difícil que cambie. Pero, por otro lado, tenía la responsabilidad del trabajo, el ‘¿qué vas a hacer, estudiaste tanto y donde está todo el estudio?’.
¿Presiones suyas o de afuera?
Cuando quieres cambiar y moverte un poco de lo que el sistema te implanta, la presión es durísima, no solo de la familia sino de amigos, algunos indirectamente hasta me querían buscar trabajo sin que se los pidiera.
¿Se alejó de alguna gente?
Es que como ser humano uno tiene etapas en las que vas experimentando ciertas cosas. Creo que hay muchas opciones, pero cuando más viajas es cuando más revolución interior tienes. Entonces, ya no es lo mismo; tienes una nueva visión de vida y ellos otra. Uno va evolucionando y va atrayendo nueva gente, nuevos objetivos. Otra gente se aleja.
Cuando estuvo en Ghana, reventó el ébola; en su último viaje se enferma en la India mientras la pandemia se desataba. Entonces, la soledad de los enfermos es mayor cuando se está en familia…
No sabía si salir o no en 2019 porque el dinero se estaba acabando y hubo un tema de salud de dos personas: una tenía un seguro de salud sólido, mientras la otra, no. Y me puse a pensar en mi situación. Me agarró el tema de la seguridad que todos buscamos en la vida. Pero de alguna manera tienes que sacrificar algo y me pregunté: ¿qué es lo que más me llena el alma? Para ese momento estaba dando clases en la USFQ y había lanzado mi propia marca de accesorios para mujeres. Pero mi respuesta fue viajar. Dejé de pensar en el futuro y opté por el presente. El futuro ya se verá. No sabemos cuánto tiempo nos vamos a quedar y la pandemia nos ha dado esa lección también. Además, finalmente decidí abrir mis redes sociales y monetizarlas.
Su miedo a viajar sola era sentirse perdida mientras estaba sentada en una vereda. Pero otros dicen que las mujeres no deben viajar solas por otros peligros…
Creo que como todas las mujeres de Ecuador, de Latinoamérica y de Asia, ya creces con eso y aunque no te lo digan directamente, te lo transmiten. Mi miedo era nada más sentada y perdida, pero tenía mucho de esta carga que como mujer tienes. Por otro lado, mi proceso para viajar te revela algo: no es tan difícil ni tan feo como te lo pintan. Cuando me solté sola, la gente te ayuda. Piensas que te ven porque te van a robar o cualquier cosa, pero no, me ha pasado todo lo contrario. En todos estos nueve años de viaje, toda la gente me ha ayudado en todo. Y aprendí que cuando das el bien, recibes el bien.
Trayectoria
Ingeniera en Sistemas graduada en la PUCE. Un MBA del Tec de Monterrey. Diplomado en Trademarketing, Marketing Digital, Finanzas y Design Thinking. Desde 2012 comenzó sus viajes, sobre los cuales está escribiendo un libro fotográfico. Da charlas motivacionales para vencer el miedo.