Polo Carrera: ‘La universidad no es la muerte del deportista’

Polo Carrera, exfutbolista profesional y entrenador. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Polo Carrera es reconocido por su exitosa trayectoria como futbolista profesional y como entrenador. En 1990 fue el artífice del cuarto campeonato nacional de Liga de Quito. Lo que muchas personas no saben es que durante décadas ha trabajado por la masificación del deporte en el país.

¿En qué medida la práctica deportiva puede ser una herramienta efectiva para el desarrollo de una sociedad?

Creo que en el país se tiene que apuntar a la formación de los deportistas porque en ese proceso se puede detectar cosas del entorno que le están perjudicando a ese niño o a ese joven, como el tabaquismo, el alcoholismo, o las drogas. Después es más complicado. Acompañado del estudio, el deporte fortifica al ser humano.

Antes una de las alternativas eran los intercolegiales.

Trabajo en la Universidad SEK y antes de la pandemia logré armar tres campeonatos intercolegiales. En el pasado era común que en las escuelas se organicen campeonatos de atletismo, básquetbol o vóley. Hay que trabajar más desde las escuelas, los colegios y las universidades. Dicen que la universidad es la muerte de un deportista y eso es mentira. En países como Estados Unidos, las universidades son un semillero inagotable de deportistas. No logré ser universitario, pero estudié en el colegio Manuel María Sánchez que antes era anexo a la Universidad Central, y ahí jugué el tercer campeonato interuniversidades. Hasta ahora eso es algo que recuerdo con mucho orgullo.

¿Cómo era el ambiente deportivo en Quito durante su infancia?

Desde que tengo memoria, el deporte que más se ha practicado acá es el fútbol. Antes no necesitabas un estadio para jugar, sino que lo hacías tranquilamente en la calle. Te juntabas con los amigos, cogías dos piedras, armabas el arco y te pasabas la tarde jugando. De alguna forma esta actividad permitía que las familias se conozcan y sean más unidas. Hoy la gente ya no reconoce a sus vecinos.

También estaban deportes como la famosa pelota nacional.

La pelota nacional es un deporte que se ha perdido, pero antes se jugaba mucho, sobre todo, en los cantones. El cura de San Sebastián, el barrio de mi infancia, nos llevaba a Machachi; allí se practicaba mucho este deporte. Una de las cosas que más recuerdo es que la pelota con la que se jugaba era pesadísima.

Richard Carapaz acaba de ganar el Tour de Suiza, ¿no es momento de que en el ámbito deportivo el país vea más allá del fútbol?

Hay muchos deportes a los que se debería prestar más atención, entre esos el básquetbol. En mis años de juventud era un deporte importantísimo para la ciudad. Era una cosa espectacular ir al Coliseo Julio César Hidalgo para ver al famoso ‘Quinteto de Oro’ de Pichincha. Lo que ha hecho Carapaz es espectacular. Antes de que él logre sus títulos, el ciclismo estaba un poco abandonado y ahora ha tomado un nuevo impulso y eso es importante. El trato a los deportistas de élite tiene que cambiar, no es suficiente llamarlos para entregarles una condecoración o un diploma.

Antes los futbolistas no ganaban bien, ¿fue complicado tomar la decisión de dedicarse al fútbol?

Cuando tenía ocho años perdí la visión del ojo derecho, a causa del impacto de un dardo. En ese momento pensé que nunca más iba a volver a jugar fútbol o a estudiar, pero gracias al apoyo de mi familia salí adelante. Con el tiempo me fui adaptando a ver solo con un ojo; ahí descubrí que el ser humano se puede acomodar a sus circunstancias y avanzar. Comencé jugando con pelotas de viento.

¿Cómo es eso de que jugaba con pelotas de viento?

(Risas) Antes, en los portales de Santo Domingo estaba la señora que vendía muchas cosas , entre ellas unas pelotas de caucho que eran bien livianas. Lo que hacíamos con los amigos del barrio era abrir esas pelotas, metíamos papel periódico y trapos y las cosíamos; así se hacían más pesadas y podíamos jugar en la calle.

El fútbol ha perdido su espíritu amateur, ¿qué piensa?

Antes el fútbol era algo romántico. Usted iba al estadio de El Arbolito en compañía de su familia y sus amigos y no importaba que alguien fuera hincha de la Liga y los otros del Quito, del Politécnico o del España, porque el espíritu era ir el de ir a divertirse y eso se ha perdido. Otra cosa que ya no existe es el espectáculo y la creatividad. Ahora el fútbol es un negocio.

Acaba de mencionar al famoso estadio de El Arbolito, un lugar de Quito que para las nuevas generaciones es un mito.

Ese estadio estaba en la 12 de Octubre donde ahora se encuentra la Casa de la Cultura. Lo recuerdo como un espacio familiar. Los graderíos eran como en el resto de estadios, pero la tribuna era de madera. Le pusieron El Arbolito porque atrás del arco sur había un árbol grande que daba sombra, ahí se ponían muchos hinchas y varios de los vendedores de tortillas.

¿Cómo ve el fútbol femenino? Hay jugadoras con talentos increíbles en varios equipos.

Con la SEK armamos un campeonato y se inscribieron doce colegios. Ahí pude ver de cerca la ilusión que las chicas tienen para jugar, pero también la ilusión que tienen sus padres que las acompañan en todos los partidos. Hay jugadoras que son muy buenas, pero creo que hace falta invertir más en la formación desde que son niñas. En países como Brasil o Estados Unidos se dieron cuenta de que ese era el camino, por eso les va muy bien en el campo profesional.

¿A más del fútbol se sintió atraído por otro deporte?

Toda la vida me ha gustado el ecuavóley. Siempre he dicho que es un deporte de inteligentes, porque tienes que armar jugadas en fracción de segundos. Tuve la suerte de jugar junto al ex presidente Rodrigo Borja por años. A él le encantaba este deporte; era un gran volador. Jugábamos donde ahora es el Ministerio del Deporte o en la finca de un amigo suyo.

Trayectoria

Jugó en equipos como Liga de Quito, El Nacional, Peñarol y Fluminense. Como director técnico dirigió a la Selección de Ecuador. Durante 8 años se desempeñó como Consejero Provincial de Pichincha. También ha trabajado como analista deportivo.

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