La escalera helicoidal es el eje de las circulaciones en la planta de producción. Fotos: ww.archdaily.com
Durante seis siglos, la familia Antinori ha producido vino. Esa tradición los llevó a construir una bodega, cubierta de viñedos, en medio de las colinas de Chianti, entre Florencia y Siena, Italia.
La obra fue ordenada por el marqués Antinori. Su amplio conocimiento en el tema, sumado a la experiencia de la firma de arquitectos Archea, hizo posible conseguir la mejora del paisaje y el entorno.
La web www.archdaily.com explica que la esencia del diseño se centró en la experimentación geomorfológica.
Es decir se conjugan el entorno de trabajo con el ambiente natural. Con un costo de USD 93,7 millones se armonizó la imagen arquitectónica con la viña.
En detalles, el complejo industrial se confunde con el viñedo gracias a la azotea. Convertida, esta última, en una parcela cultivada con vides.
Sin embargo, a lo largo del sembradío se instalaron dos cortes horizontales que permiten ingresar luz al interior.
Quienes están dentro del edificio disfrutan del paisaje a través de la construcción de un diorama (lámina transparente que permite ver imágenes según la iluminación).
Los cortes dejan ver un poco del interior; de las zonas de oficinas, organizados como un mirador. El área más baja está destinada a la producción del vino. Las de embotellado y almacenamiento se encuentran en la parte superior.
Las barricas, lugar donde se madura el vino, están aisladas. No por el deseo de mantenerlas fuera de la vista, sino para garantizar las condiciones de maduración lenta del producto, explica www.archdaily.com .
Las uvas descienden desde el punto de llegada a los tanques de fermentación (bóveda subterránea).
En cambio, los visitantes ascienden desde los parqueaderos a la bodega y los viñedos, a través de las áreas de producción y exhibición.
Finalmente llegan al restaurante y al piso que aloja el auditorio, el museo, la biblioteca, las áreas de degustación de vinos y el punto de venta.