La silla ha sido uno de los muebles preferidos por los grandes diseñadores industriales de todas las épocas. Todos los creativos han diseñado verdaderas obras de arte, cuyos originales forman parte de los grandes museos del mobiliario como el MoMa de Nueva York o el Vitra de Alemania.
Todas estas sillas fueron, en su tiempo, verdaderos ‘booms’, que transformaron el ambiente decorativo del mundo. La mayoría se han convertido en verdaderos clásicos, y son buscadas con pasión por los coleccionistas.
Estas sillas solo tienen un punto en su contra: el altísimo precio por unidad. Valores que superan los USD 600 por unidad. Varios modelos se venden en algunos almacenes de la capital como Vitra, Madel, Carvajal, Squadra, Henry Miller o BoConcept.
Por esa razón y para quienes gustan de tener esas sillas famosas en casa, ahora existe una opción en Quito: las mismas sillas… pero en miniatura.
DPC Design acaba de importar varios de los modelos más famosos de sillas, pero a escala liliputense.
Según el Arq. Diego Pérez, son réplicas autorizadas de sillas que fabricaron talleres como Vitra, Herman Miller y otros.
Pérez explica que después de 30 ó 40 años de presentados al mercado por primera vez -dependiendo de la silla- la patente desaparece, luego son propiedad de la humanidad.
Pérez importó varios modelos a escala 1:20. Están elaborados en madera, cuero o acero y sus precios varían entre USD 30 y USD 90 por unidad.
La rojo/azul de Rietveld, por ejemplo, vale USD 90. En DPC se encuentran minirréplicas de sillas tan famosas como la Silla Barcelona, diseñada en 1929 por Ludwig Mies Van De Rohe; la ZigZag (1932), de Gerrit Thomas Rietveld; la Pantone, de Verner Panton, nacida en 1959; la Paimio, imaginada por el famoso arquitecto finlandés Alvar Aalto en 1931; la Marshmallow, una banca que imaginó en 1956 George Nelson, el más famoso diseñador de relojes de pared que ha existido.
¿De dónde le vino a Pérez ese gusto por las sillas famosas? “Hace algunos años recibí un obsequio de la cónsul de Estados Unidos, Susanne Paine. Fue un póster que tenía la fotografía de muchas sillas. Desde ahí empezó mi gusto por las sillas”.
Ahora, el diseñador arquitecto comparte ese gusto con personas que tienen gustos similares. Claro, a un precio conveniente.