El tema ecológico llama cada vez más la atención de los arquitectos y urbanistas. Por todos los rincones del planeta nacen edificios de ese cariz que, como afirman los expertos, son “más amigables” con el cada vez más enfermo ambiente.
Pero, ¿tienen estas construcciones un verdadero sustento científico o no pasan de ser unos verdaderos cuentos verdes?
Norman Foster hace del tema ecológico el leit motiv de sus edificios. En 1997 asombró con la torre Commerzbank de Fráncfort: además de poner en el tapete los temas energéticos, resolvió la relación de los oficinistas con el verde, colocando una serie de jardines en varios pisos.
En la otra vereda se alinean gente tan importante como César Pelli, el argentino creador de las Torres Petronas de Kuala Lumpur, quien cree que “a lo sumo se pueden crear elementos gestuales para que el edificio parezca más sostenible, pero eso es más cuestión de imagen”. En otras palabras: puro oropel.
Esa es la dicotomía actual. Y si bien es cierto que es urgente poner énfasis en los temas ecológicos, también es verdad que no hay que perder de vista la calidad de vida de quienes viven y usan esos edificios. No sea cosa de que por cuidar el planeta se descuide a la gente.