Solamente basta nombrar la palabra techo para que aflore, inmediatamente, la imagen de una cubierta repleta de las tradicionales tejas rojas, muchas de ellas elaboradas con la arcilla propia de cada pueblo. Las tejas cuencanas o las de La Victoria, Cotopaxi, tienen reconocida fama en todo el territorio nacional.
Las cubiertas de teja siempre han sido un imán estético. Y aunque ha aparecido en el mercado una gran variedad de productos dedicados a esa tarea, las clásicas de arcilla no dejan de tener su público cautivo.
No obstante, los sistemas tradicionales de colocación tienen algunos problemas, especialmente con la humedad y las roturas de las propias tejas, que pueden desenfocar en goteras que dañan el tumbado y otros ambientes interiores de la vivienda.
¿Cómo solucionar este inconveniente? Pues con la impermeabilización, ya sea de las tejas como de los otros elementos que constituyen el sistema.
Existe en el mercado un gran menú de productos impermeabilizantes, que van desde las siliconas hasta las láminas asfálticas. Cada uno tiene una aplicación definida y soluciona un problema específico.
Obviamente, cuando todo eso falla -o los propietarios quieren dar un toque distinto a sus inmuebles- hay que elegir entre los otros tipos de techos existentes: galvalumes (aceros galvanizados), fibrocementos, aluminios, policarbonatos, acrílicos, de concreto.
Hasta existe un tablero para cielos rasos y cubiertas fabricado con los cartones de tetrapak y las latas de aluminio desechados. Y sirve muy bien para cubiertas de aulas, plantas avícolas, galpones industriales, casas…
Y aunque el invierno se muestra agresivo, todos estos productos ayudan a paliar sus daños.