Hasta un par de años, el edificio estaba en malas condiciones, muy deteriorado, a pesar de que formaba parte del Centro Histórico de Cuenca. Entonces, los propietarios del edificio comercial La Italiana decidieron recuperarlo, tanto para mejorar su negocio como para aportar al ornato de la capital azuaya.
Encargaron la tarea al arquitecto Boris Albornoz. Este logró un trabajo que hasta fue premiado en la última Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, en la categoría internacional.
El edificio está ubicado en el sector occidental del Centro Histórico cuencano, en la intersección de las calles Simón Bolívar y Baltazara de Calderón. Está emplazado en un lote en forma de cuña, que hace difícil el diseño arquitectónico. ¿Cuál fue la solución que utilizó Albornoz? Pues con dos volúmenes verticales de diferente altura, unidos por un puente. Los accesos están concebidos como amplias aberturas, parecidas a un pasaje público, y conectan la edificación con las mencionadas calles.
El frente menor de aproximadamente dos metros se agranda hasta los seis metros en el frente mayor y consigue la esbeltez mediante la altura. Albornoz dotó al edificio de una altura de nueve metros, que fue suficiente para crear la amplitud del espacio en sentido vertical.
“Este proyecto que se encuentra junto a la iglesia de San Sebastián, por lo que busca dialogar con el templo y adaptarse a la altura del edificio contiguo de viviendas. Existe una analogía del volumen general de la iglesia con la nueva edificación”, explica Albornoz
La planta de subsuelo está destinada a usos de servicio como cámaras de fríos, bodegas e instalaciones especiales. La planta baja, que se conecta con las calles Bolívar y Calderón, tiene un pasaje peatonal, las áreas de exhibición y atención al público, así como un pequeño espacio público con un juego de piletas en la esquina menor. En la planta alta se habilitó un espacio para el servicio de comida, una terraza mirador y el baño.