Las asignaturas pendientes, a la corta o a la larga, pasan factura. Y, casi siempre, después de que han causado sustos, escozores y a veces hasta lágrimas y muertes.
El caso reciente del derrumbe de un muro del edificio Carolina Milenium reavivó la siempre pendiente controversia del control de las construcciones que se levantan en todo el Distrito Metropolitano de Quito.
Un control deficitario, que cada invierno quiteño se encarga de recordarnos, a veces con furia y muerte.
Obviamente, este es un problema que no solamente atañe a la Administración municipal, sino a muchos ‘players’ que tienen incidencia en la trama.
Es más, en ciudades con tan alta incidencia de la inmigración -tanto interna como externa- es casi imposible realizar un control municipal minucioso, a pesar de que las ordenanzas sean claras y terminantes. Físicamente no hay cómo, y peor cuando la construcción informal es del 70% y crece cada día como hierba mala.
Por eso se deben incorporar otros vectores que ayuden a mejorar el control. Uno de ellos es la educación de la ciudadanía, tan reacia a cumplir con sus obligaciones y compromisos.
Se hace necesaria una persistente campaña de concienciación ciudadana. No queda de otra.