Debajo del hielo se mueven enormes océanos de agua líquida, terrenos propicios para que la vida emerja. La exploración de las lunas heladas de Júpiter, objetivo de la misión Juice, abre un nuevo capítulo en la búsqueda de otros mundos habitables. Así se dio a conocer este martes 11 de abril de 2023.
Estos entornos están tan alejados del Sol, que los astrónomos los habían excluido hace mucho tiempo de la zona considerada habitable del Sistema Solar. Pero los descubrimientos aportados por las sondas Galileo en 1995 y Cassini en 2004 ampliaron el campo de investigación.
Esta no se centra en los planetas gigantes y gaseosos, no propicios para la vida, sino en sus lunas heladas: Europa y Ganimedes, de Júpiter, y Encélado y Titán, de Saturno.
Proyecto de investigación lunas heladas
Hacia allí partirá el jueves la misión Juice (Jupiter Icy Moons Explorer / explorador de las lunas heladas de Júpiter) de la Agencia Espacial Europea (ESA), que se centrará especialmente en Ganimedes, mientras que la próxima misión de la Nasa, Europa Clipper, tendrá el foco en Europa.
El principal atractivo de estos satélites son los océanos de agua líquida que esconden bajo su superficie congelada, un ambiente propicio para la vida.
La sonda debe llegar en 2034 a la órbita de Ganimedes, el mayor satélite del Sistema Solar y también el único que dispone de su propio campo magnético para protegerlo de las radiaciones.
‘Habitabilidad’ en Júpiter
Todas estas características sugieren un entorno estable, otra condición para que la vida emerja y pueda mantenerse. “No se trata de que aparezca vida, sino de que se mantenga”, afirma Athéna Coustenis, investigadora en el laboratorio LESIA del Observatorio de París.
A diferencia de las misiones a Marte, que rastrean restos de una vida hoy desaparecida, la exploración de las lunas heladas busca ambientes todavía habitables, lo que no ocurre en el ‘Planeta Rojo’.
La habitabilidad requiere también de una fuente de energía. Pero en las temperaturas heladas del entorno de Júpiter, esta no procede del Sol sino de la gravedad que el enorme planeta ejerce en sus satélites, con “efectos de mareas” parecidos a los que ocurren en la Tierra con su luna.
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