Empecé en la fotografía cuando era muy niño, inspirado por las imágenes que tomaba mi padre cuando trabajaba como publicista. A los 17 años mi madre me regaló una hermosa Minolta X700 y se abrió frente a mí un mundo que nunca había experimentado, desde el colocar el filme en la cámara, entender la mecánica y la medición de luz hasta comprender que frente a mí había una nueva forma de expresar mis ideas y mis pasiones.
Recuerdo que dañé muchos rollos hasta obtener mi primera foto y fue la de un venado que apareció frente a mí en el bosque. Tal vez esa fue una señal para mí de que estaría conectado con la naturaleza de por vida.
A los 20 años empecé a visitar las montañas. De niño veía a estos seres con respeto y hasta con miedo; pensaba que eran lugares misteriosos y salvajes. Caminaba por sus páramos y vegetaciones y constantemente en esos lugares recibía lecciones y aprendizajes.
Sincholagua
La primera montaña que pude escalar fue el volcán Cayambe. Recuerdo esas largas caminatas nocturnas y mirando las estrellas. Me sentía maravillado y emocionado por pisar un territorio nuevo para mí. Era casi como caminar en otro planeta, como un niño en un parque de diversiones. Y, al mismo tiempo, sentía muchos miedos ante la posibilidad de no alcanzar las cumbres ni tener el estado físico para superarme.
Mientras amanecía, los minutos pasaban lentamente y en el horizonte el sol nos dio la bienvenida, casi como diciéndonos “estoy aquí, tranquilos, que les voy a dar calor y abrigo”.
Mágicamente fue subiendo y pude con mis propios ojos apreciar la montaña desde otra perspectiva, más cercana, más humana y más respetuosa. Veía sus glaciares y sentía una hermosa sensación al pisar el hielo con mis crampones. Mientras ascendíamos, paso a paso, pude divisar la cumbre que cada vez estaba más cerca de nosotros.
Cotopaxi.
Luego de 6 horas de ascenso, el cuerpo cansado, la respiración agitada y lágrimas en los ojos, llegamos a la cumbre. Fue algo que nunca podré olvidar en mi vida; me sentía eufórico, lloraba, reía y gritaba de la emoción como un niño. Nos abrazamos todos y en silencio solo miramos el paisaje y lo afortunados que nos sentíamos de estar en ese lugar.
Así decidí unir mi pasión por la fotografía con la pasión por la montaña.
A partir de ese momento, mi búsqueda constante en mi obra ha sido rendirles homenaje a las montañas como si fueran seres mágicos, seres de respeto y seres de protección; una búsqueda constante por atrapar su belleza a través del movimiento, de la captura del tiempo y la danza con la luz. Utilizando varios estilos fotográficos, como las largas exposiciones, la astrofotografía y el HDR, logro captar a través de mi objetivo al Ecuador y los Andes.
La fotografía paisajística se aborda desde diversas perspectivas, como un medio de expresión artístico, cultural y también una documentación de cómo el paisaje se transforma, vive, muere y vuelve a transformarse junto a la selva conocida como civilización.
La fotografía paisajística permite la observación desde diferentes perspectivas y emociones.
Mi obra es un proyecto en continuo crecimiento, que nace de mi inspiración por encontrar la vinculación que tenemos los seres humanos con la Madre Tierra. Un homenaje a las montañas, páramos, flora y fauna del Ecuador.
El Ecuador se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, es un alineamiento de volcanes terrestres y submarinos y también de fallas oceánicas.
Este alineamiento de volcanes bordea el Pacífico en la mayor parte de su circunferencia, o cerca de 40 000 millas. Esta es el área llamada Anillo de Fuego.
En Ecuador, los Andes se dividen en dos cadenas paralelas, cada una con varios volcanes de 5 000 metros y más. El punto más alto del país está en la Cordillera Occidental, es el Chimborazo (6 268 metros) considerado el volcán más alto de la Tierra desde su centro.
Ruco Pichincha y Padre Encantado
En la Cordillera Oriental se encuentra el volcán activo más alto del mundo, el Cotopaxi (5 897 metros de altura).
Los capturo con la intención de proyecto como elementos -esculturales y frágiles- que generan conciencia sobre el cuidado y admiración de estos hermosos monumentos naturales.
Mi objetivo es incentivar a la generación de conciencia sobre los recursos naturales, el cambio climático y la importancia para la vida de los glaciares y ríos.
Somos seres de la naturaleza, es nuestra obligación respetar y cuidar lo que nos rodea, un paso a la vez, siendo conscientes de que un pequeño cambio puede causar un gran impacto en el planeta en el que vivimos.
Altar y Laguna Amarilla.
Biofotógrafo
Juan Sebastián Rodríguez IG:@sebas_foto
Fotógrafo de naturaleza especializado en astrofotografía, paisajismo nocturno, cityscape, panorámicas en alta definición y montañismo.
Docente de fotografía durante 15 años en Foto Club Quito y Laboratorio Abierto de Fotografía. Ha realizado exposiciones fotográficas en España, Francia, México y Ecuador sobre los volcanes y montañas del país.
El miércoles 11 de mayo inaugura la muestra ‘En el corazón de los Andes’, en Marcando Camino (Tamayo y Veintimilla).
Cascada San Rafael.
Antisana Majestuoso