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Todo lo falso, algún momento, se derrumba. Con el tiempo y las aguas, las caretas se deterioran y aparecen los verdaderos rostros. El andamiaje correísta tiembla. La presunta corrupción remueve el piso. Pero no solo ella.
Rafael Correa tenía razón. Decía que nos íbamos a acordar mucho de él. Con la presunta mega corrupción de su gobierno, por supuesto. En lo que respecta a educación, también. Su reforma fue un verdadero terremoto. Lo bueno y lo malo que construyó el país en décadas, en 10 años de correato, quedó en escombros.
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El correísmo vendió la idea de que todo lo que venía del pasado era lo peor o no existía. Prácticamente el Ecuador no tenía historia. Ella existe desde la revolución ciudadana, quien con su caudillo a la cabeza hicieron en este territorio, “por primera vez” obras, procesos, inversiones. El Ecuador se refunda en el 2007. Se creó una nueva historia, cuyo referente es el líder. A su alrededor gira toda la narración.
La Comisión Cívica Anticorrupción CCA ha sido llevada a las Cortes para ser juzgada por sus denuncias. Mientras tanto unos corruptos fugaron del país.
Un país convulsionado requiere de actitudes serenas y urgentes, de todos los actores, a fin de que la confrontación no escale a formas más altas de violencia política, que configurarían un punto de quiebre catastrófico, que en su momento, llevó a Colombia, a transitar largas décadas de derramamiento irresponsable de sangre de hermanos de una misma nación.
‘La banalidad del mal y la terrorífica normalidad de los nazis” es un artículo publicado por Jaime Rubio Hancok, en El País, el 24 de marzo del 2017, en el reflexiona sobre el aprendizaje de la afamada filósofa Hannah Arendt al asistir, en 1961, al juicio del criminal de guerra nazi Adolf Eichman, corresponsable del asesinato de millones de personas en campos de concentración.
El Ecuador, bajo la bruma electoral, transita de manera inconsciente hacia la hecatombe. Camina al desenlace de una crisis integral económica, política, y moral. Para enfrentarla con éxito se requiere, ser consciente de ella, así como, de un liderazgo ético, sereno y pluralista, que genere confianza en múltiples sectores, y de una voluntad colectiva que promueva un gran acuerdo de gobernabilidad. Lo contrario es el caos.
‘Si tu candidato no sabe cómo cambiar la educación, cambia de candidato” fue la consigna que el movimiento ciudadano Contrato Social por la Educación (CSE) posicionó exitosamente en la campaña del 2002. Hoy, en esta segunda vuelta, si la consigna fuera acogida por la población, no habría por quien votar. Ninguno de los finalistas apunta a un cambio sustantivo de la educación.
Durante 10 años la revolución ciudadana sacó buenos réditos de la política de la confrontación permanente y de la mirada binaria y moralista de la realidad: blanco-negro; “si no estás conmigo, estás contra mí”; pueblo vs oligarquía; izquierda vs derecha. De tal refriega, siempre ganaron los “buenos”, Alianza País, amparada en un barril de petróleo caro, en las carreteras y en el generoso reparto de bonos y contratos a la clientela.
En estas horas, antes votar, cabe reflexionar profundamente. La votación de este domingo, se realiza en el marco excepcional de una crisis generalizada, que se expresa en un descalabro moral de dimensiones gigantescas de cinismo y corrupción, en un derrumbe económico controlado artificialmente, y en un eventual incendio social si cunde la impunidad frente a los rateros, y si no se canaliza la debacle económica. Solo un liderazgo con alta credibilidad y presencia ética, será capaz de generar confianza y convocar a todos a restituir la democracia y a salvar al país.
Es un carnaval patético. Los panas de ayer, se arrojan estiércol a baldazos frente a un público diverso y estupefacto. Los cercanos a la jorga culpan a los demás de los males propios. Los más "vivos" se hacen los tontos. Pero los realmente bobos, se auto convencen de la eterna conspiración, aunque en la intimidad, reconocen que la basura es cierta. Mientras tanto, los otros, se llenan de asco e indignación.
¿Por qué está impávida la sociedad? 10 años de revolución ciudadana le ha vaciado el espíritu. En los primeros tiempos, dirigentes de organizaciones y Ong fueron cooptados. Muchos de ellos, se quedaron, embriagados con el confort del poder. Más tarde varias organizaciones críticas se divorciaron del gobierno. Este, con el Decreto 16, propició su control, inmovilidad y división.
Las invencibles y descomunales maquinarias de guerra de Napoleón y Hitler, en su respectivo momento, sufrieron derrotas desastrosas frente a Rusia, quien utilizó la táctica de tierra arrasada para enfrentarlas.
La educación es uno de los más poderosos instrumentos para transformar las conductas de los seres humanos. Puede ser utilizada para la opresión o para la liberación.
Aquí en nuestra comunidad nos paramos duro… Supimos los problemas que vivían lo niños y niñas de otras comunidades por el cierre de las escuelitas. Por eso, cuando vinieron los funcionarios del Ministerio les dijimos que no, que no íbamos a obedecer la orden de cierre de la escuela… que la escuelita que la construimos con nuestro esfuerzo, que está cerca a nuestras casas, y en la que nuestros niños son felices y aprenden su cultura e idioma, allí se quedaba… y se quedó.”
La campaña electoral no da pie con bola. Ningún candidato ni candidata suscita emoción. La cifra de indecisos se mantiene inamovible desde hace meses. El candidato oficial va indetenible cuesta abajo. Los otros suben con lentitud.
Hay varios tipos de aplaudidores de la política educativa del gobierno. Hay unos que aplauden por desconocimiento, otros por afinidad conceptual, y están los dogmáticos, que servilmente aplauden para halagar al poder.
Los intelectuales aplaudidores de la política educativa de este gobierno esgrimen varios argumentos en su afán de construir mitos sobre la Revolución Ciudadana (RC). Uno de ellos señala que: “con el gobierno de Correa se inicia por primera vez el cambio educativo de calidad como política de Estado”.
En todas las encuestas aparece la educación como el mayor logro de este régimen, luego siguen las carreteras y otros temas. Correa invirtió mucha plata en políticas que recuperaron la imagen de la educación pública. Entre las más eficaces fueron: el reparto gratuito de textos escolares, la eliminación de los 25 dólares de matrícula, los uniformes, arreglo de infraestructura. Tales medidas, que fueron implementadas desde muy temprano en el gobierno, ayudaron a los bolsillos de los padres y madres de familia pobres y de clase media, motivando a enviar a sus hijos e hijas a la escuela pública. El resultado fue el incremento de la matrícula en todos los niveles: el mayor logro del correísmo en educación. Sin embargo, el aumento de matrícula desbordó la capacidad de los establecimientos. La masificación deterioró la calidad. Muchos de los que ingresaron no concluyeron sus estudios: 4 de cada 10 estudiantes de bachillerato no se gradúan.