En todas las encuestas aparece la educación como el mayor logro de este régimen, luego siguen las carreteras y otros temas. Correa invirtió mucha plata en políticas que recuperaron la imagen de la educación pública. Entre las más eficaces fueron: el reparto gratuito de textos escolares, la eliminación de los 25 dólares de matrícula, los uniformes, arreglo de infraestructura. Tales medidas, que fueron implementadas desde muy temprano en el gobierno, ayudaron a los bolsillos de los padres y madres de familia pobres y de clase media, motivando a enviar a sus hijos e hijas a la escuela pública. El resultado fue el incremento de la matrícula en todos los niveles: el mayor logro del correísmo en educación. Sin embargo, el aumento de matrícula desbordó la capacidad de los establecimientos. La masificación deterioró la calidad. Muchos de los que ingresaron no concluyeron sus estudios: 4 de cada 10 estudiantes de bachillerato no se gradúan.
Las decenas de miles de padres y madres de familia beneficiarios de las medidas mencionadas se convirtieron en fervientes votantes de la revolución ciudadana. El gobierno se percató de la potencia política de la educación, poniéndola al servicio de su proyecto. Así, la política educativa fue tragada por la política partidaria, los tiempos educativos se pusieron al servicio de los tiempos electorales. La gran perjudicada de esta decisión fue la calidad de la educación. Ejemplo: el reparto de los textos escolares debía corresponder a las necesidades electorales del partido antes que a las de los estudiantes de tener buenos textos. Así, sea como fuere, aunque sus contenidos fueran obsoletos y cargados de didácticas tradicionales, había que repartir textos, previo a cualquier elección. Trabajar nuevos y buenos textos conllevaba un esfuerzo inmenso y meditado con tiempos y procesos no acordes con la celeridad de la política de tarima. Por tanto, había que entregar lo que sea, cuidando eso sí su forma. Lindos textos por fuera, pero pésimos por dentro.
Más tarde, a la política de subsidios educativos se agregó la propaganda y la monumentalidad: las Escuelas del Milenio y Yachay (en el caso de la educación superior). Se construyeron cáscaras bonitas y millonarias, pero sin nada nuevo dentro. Tal cual lo de los textos. Pero en simultáneo, se desataron improvisadas reformas como la del bachillerato y se estableció un sistema de evaluación estandarizada con consecuencias que profundizaron la homogeneización y la discriminación social.
Uno de los artífices del deterioro de la calidad educativa y de la persecución a la protesta estudiantil, quiere ser asambleísta. Pedirá el voto a esos de miles de jóvenes que no accedieron a la universidad y a esos padres que vieron cerrarse cientos de escuelas rurales. ¿Ingenuidad o ceguera de Alianza Pais?