Memoria en disputa

El correísmo vendió la idea de que todo lo que venía del pasado era lo peor o no existía. Prácticamente el Ecuador no tenía historia. Ella existe desde la revolución ciudadana, quien con su caudillo a la cabeza hicieron en este territorio, “por primera vez” obras, procesos, inversiones. El Ecuador se refunda en el 2007. Se creó una nueva historia, cuyo referente es el líder. A su alrededor gira toda la narración.

Sin embargo, la memoria está allí. Hay personajes y sucesos interesantes que ayudan a dar brillo al presente. Hubo entonces que montarse en ella. Se la utilizó, como diría el historiador Eric Hobsbawm “inventando tradiciones”, o tejiendo conexiones ficticias con “héroes” y procesos. El más usado fue Alfaro.
Personaje que cayó de perlas, ya que incluso era pariente del líder. Así, el Ecuador renació en Montecristi. Sede, para el Archivo Nacional de Historia, según deseos de algunos cultores del mito.

La manipulación de la historia, que es frecuente aquí y en todo el mundo, genera identidades y legitima presencias para el presente y el futuro. La trascendencia entra en juego. Entonces, el poder que se va, edifica y pule su recuerdo a través de museos y relatos de historiadores y museógrafos ad hoc. “Ya somos leyenda”, se repetirá con no poco orgullo.

Pero, mientras en esta semana, el poder toma a la historia para sus fines, simultáneamente, la sociedad civil en las redes, hace uso también de la memoria para mostrar la experiencia de otro importante caudillo populista del Ecuador, José María Velasco Ibarra, poniendo su ejemplo, para así construir una crítica a la gestión del que está por irse.

El documento es una carta atribuida al doctor J.M. Velasco Ibarra en el que se retrata de cuerpo entero la plenitud de sus valores como dirigente político y como servidor público.

“Señores Jaime Arturo Cruz y Luis Rosas, Presidente y Vicepresidente del Comité José Mejía. Señores de todo mi aprecio. Muy tarde he leído la comunicación de ustedes del 8 de marzo, relativa a una colecta que se ha hecho para donarme una casa”.

“Como les he manifestado repetidas veces agradezco sinceramente la buena voluntad de ustedes, pero yo no admitiré nunca esa casa. Yo he aceptado la presidencia de la República por un deber de honor, por un deber para la Patria, y nada más. Quiero salir de la presidencia tan pobre como entré en ella y terminar mis días confiado en el futuro, sin guardar dinero ni preocuparme de situaciones de bienestar material… y espero tener lo necesario para morir con dignidad”.

“Ojalá ustedes hagan las gestiones del caso para que el dinero que se encuentra, según ustedes me dicen,…, pase al Orfelinato de Vicente de Paul o al Leprocomio…” Firma J.M. Velasco Ibarra. ( Abril de 1945).Interesante... la memoria en disputa al fin de un periodo.

Suplementos digitales